RM publica un fotolibro con la obra de la pintora cubista María Blanchard
Texto: Sandra Remón
Su talento fue pasado por alto en la época por el sesgo de género y sus luchas personales dieron como fruto pinturas de aislamiento, melancolía y resiliencia. La editorial RM rescate la obra de la pintora española María Blanchard (1881-1932), desde sus primeras obras cubistas hasta sus pinturas posteriores cargadas de emociones y caracterizadas por colores llamativos que conforman una amplia exposición monográfica en el Museo Picasso de Málaga llamada ‘María Blanchard. Pintora a pesar del cubismo’ que puede verse hasta el 29 de septiembre de 2024.
RM publica la obra de María Blanchard
La obra de María Blanchard es radical porque fue un ejercicio creativo de resistencia a las convenciones hegemónicas de la modernidad de su época. Es una figura en un sistema del arte dominado por un tipo de masculinidad heroica que, para creadoras como ella, pintora de la tristeza femenina por excelencia, que deseaban plasmar modos alternativos de expresividad, significó renuncia, silencio y exclusión. El libro María Blanchard editado por RM quiere ser una llamada de atención, en el siglo XXI, a una a una posición que reivindica un lugar para la pintura de María Blanchard.
María Blanchard destaca por su contribución al movimiento moderno y es la primera mujer en España que utilizó sistemáticamente el método cubista para construir imágenes a partir de la fragmentación y la combinación de formas geométricas en un espacio óptico de perspectivas simultáneas.
Biografía de María Blanchard
La obra de la pintora María Blanchard (Santander 1881-1932) muestra riqueza simbólica, compromiso social, complejidad formal y un carácter innovador pese a su relativamente corta trayectoria artística.
Su obra no fue suficientemente valorada en un contexto cultural y una época en la que a las mujeres se les suponía una inferioridad artística. Mujer cultivada y comprometida con su modo particular de vivir y de crear hasta el final, Blanchard traspasó los límites de los estereotipos de género de su tiempo.
Nació en una familia acomodada y culta de Santander. Con 22 años comenzó sus estudios de arte en Madrid, en un ambiente académico conservador propio del siglo XIX español.
Su obra de formación se centra en el retrato amable y detallado de los seres queridos, las temáticas costumbristas tan de moda en la España finisecular —como la construcción ficticia de la imagen sensual y salvaje de «la gitana»— o las recreaciones románticas de escenas de la mitología clásica.
En 1909 lleva a cabo su primer viaje a París, la capital internacional de la modernidad, donde la pintora española se enfrenta cara a cara con la radicalidad estética de las vanguardias tal como se están desarrollando en diversas ciudades de Europa a principios del siglo XX.
Allí entra en contacto con los protagonistas del nuevo arte, como los españoles Pablo Picasso o Juan Gris, los latinoamericanos Diego Rivera o Vicente Huidobro, o la rusa Marie Vassilieff.
Participa en la primera exposición «cubista» en Madrid, organizada en 1915 por Ramón Gómez de la Serna, en la que su obra recibe una feroz crítica machista.
Decepcionada ante la desolación artística y el peso de la tradición y el academicismo imperante en la escena madrileña, la pintora deja España para siempre.
Regresa a París en verano a buscar los aires de renovación y los cenáculos de experimentación que por aquel entonces habían convertido a la ciudad en indiscutible centro internacional de la nueva cultura visual.
Es entonces cuando se une decididamente al grupo de artistas afiliados a la aventura cubista, que había nacido en la capital francesa por obra y gracia de un pequeño círculo improvisado, una década antes de que el movimiento llegara a ser un discurso teórico sistematizado y convertido en proclama y soflama por un número de pintores tan extenso que acabaría teniendo difusión mundial. Esta parte esencial de su legado pictórico, aun siendo corta en el tiempo, la convierte, sin duda, en una de las más importantes actoras internacionales del movimiento cubista.
Blanchard destaca por su contribución al movimiento moderno y es la primera mujer en España que utilizó sistemáticamente el método cubista para construir imágenes a partir de la fragmentación y la combinación de formas geométricas en un espacio óptico de perspectivas simultáneas.
Su tránsito creativo de rigurosa, aunque versátil, fidelidad al cubismo como opción, finaliza alrededor de 1921. Así, La comulgante, pintado alrededor de 1914 en Madrid aunque expuesto en el Salón de los Independientes parisino en 1921, puede calificarse hoy de cuadro progra-mático, ya que marca un punto de inflexión en su trayectoria artística, que se decantará en el transcurrir de los años veinte definitivamente hacia lo figural al recuperar su trabajo un marcado carácter literario.
La tercera fase de su obra, poscubista, subraya su profunda preocupación por la condición humana y las emociones en el mundo cotidiano femenino e infantil, abordando temáticas de género, étnicas, identidades nacionales y clase social. Aspectos estos que se ven reforzados pictóricamente por un pulcro dominio técnico y un estudioso interés por la historia y la tradición de la pintura española, francesa o flamenca.