Laura Silleras impartirá una ponencia el domingo 11 de junio por la mañana en la que explicará sus proyectos fotográficos en curso y sus procesos de trabajo.
Además, revisará los trabajos de los asistentes al simposio que deseen conocer su opinión sobre los proyectos que tengan entre manos.
Abandonó el El Cabanyal con ocho años, cuando murió su abuela, que era quien la había criado. Su niñez transcurrió entre las calles, el mercado y la playa de este barrio marítimo valenciano en los tiempos de las aceitunas de palillos largos, el helado coronado de sombrillas y las bengalas en el Tío Pepe.
Se hizo fotógrafa y emigró. Pasó ocho años en Berlín y luego se mudó a Nueva York, pasando temporadas en México. En 2013, ganó la prestigiosa beca New School of Design en Parsons que cubría el 80% del coste del máster valorado en 70.000 dólares que por razones económicas finalmente no pudo cursar.
Regresó a Valencia, al barrio de su infancia, sin su abuela pero con todo el folclore que había cuando ella se marchó. En un intento de recuperar la ilusión y volver a sostenerse, tras el batacazo de no poder disfrutar de su sueño americano, comenzó a realizar el proyecto fotográfico de su vida, que diez años después le trae a ‘Jardín Remoto Experience: I Simposio Nacional de Fotografía de Autor’.
Corría 2013 y Laura Silleras, de vuelta en su Valencia natal, tenía un objetivo: encontrar un proyecto que pudiera hacer mientras vivía allí. Porque la fotografía es la que marca el ritmo de la vida de Laura Silleras, que adapta su manera de vivir a la fotografía y se muda allí donde esté su proyecto. Y pronto lo encontró. Regresar de una vida tan diferente al otro lado del charco le hizo mirar su barrio de la infancia con más fuerza.
Sentada al fresco en la puerta de la que fue la casa de su abuela, recordó aquellas noches de verano con las vecinas hasta las dos de la madrugada y reparó en que todos los vecinos de entonces seguían allí, en aquel barrio de raza, donde sus habitantes salieron a la calle cuando el gobierno valenciano les intentó expulsar de sus casas para construir edificios y donde derrumbaron calles enteras. Y comenzó a retratar el que para ella era su barrio.
«Fotografié el folclore del barrio, que se mantiene: las peculiaridades de las gentes del barrio, que son ellos mismos sin ninguna influencia de fuera. Yo iba abriéndome hueco en sus vidas y poco a poco se generaba una relación de amistad, antes de sacar la cámara. Acudía a un bar muy especial que hay en el barrio, que se llama La Paca, me fui convirtiendo en habitual y al sacar la cámara ya no les sorprendía», le cuenta Laura Silleras al periodista, fotógrafo y profesor de fotografía Gustavo Bravo en una entrevista concedida a La Tercera de FotoKalea, origen de Jardín Remoto.
«Al principio lo que tenía muy claro era que iba a fotografiar a los vecinos y que iba a hacer foto de calle, como normalmente solía hacer. Después sabía que iba a poder trabajar con la comunidad gitana. Por la experiencia que tengo de meterme en sitios a los que no pertenezco, sabía que lo podría conseguir. Y luego también sabía que iba a conseguir las situaciones de playa y de contexto, porque son sitios públicos y porque dependía de mi voluntad y de mi trabajo. Lo que vino después fueron las relaciones de intimidad, que se dieron por las relaciones que establecí con las gitanas del Cabanyal, que fueron muy naturales. Me llegaron a invitar a sus casas, a sus bodas, a sus ceremonias del pañuelo…».
Al principio del proyecto, en 2013, Laura Silleras fotografiaba a los vecinos poniendo detalle en la perfección técnica. «Empecé a fotografiar lo que naturalmente me llamaba la atención, hasta que ya tuve un cuerpo de trabajo y me puse a redondear y pensar en lo que me estaba faltando».
Conoció a un fotógrafo jubilado, de nombre Paco, con quien compartía entusiasmo fotográfico, y juntos, cámara en mano, se iban de aventuras. Descubrieron que, vestidos de operarios y ayudándose de una escalera de cuatro metros de altura, podían colarse en las casas de la época de su infancia, que los gobernantes valencianos habían tapiado con intereses urbanísticos e inmobiliarios.
«Al meterme en las casas que el gobierno del PP había tapiado para que el barrio se degradara y así poder tirarlo, descubrí unas cápsulas del tiempo: otra puerta que me llevaba a otro camino. Así que dejé de hacer retratos y seguí colándome en las casas tapiadas y descubriendo todo lo que había allí dentro, las paredes llenas de papeles pintados arrancados unos tras otros», le cuenta a Gustavo Bravo.
«Los barrios van evolucionando y se van transformando. Lo que para uno es real, es una realidad transitoria. En cada época, cada familia que vive en un espacio vive una realidad. Un momento de la vida de alguien parece una realidad infinita pero realmente es un granito de arena en una realidad infinita».
Laura Silleras tuvo que redirigir entonces su GPS fotográfico, porque ya no era su barrio el que quería fotografiar, sino el barrio de todas aquellas familias que habían vivido en distintos tiempos en un mismo espacio.
«Puedes tener una idea previa pero el ensayo tiene unos tiempos. Mis proyectos de ensayo son a fuego lento y tardo años en hacerlos. Mi pensamiento también va evolucionando a medida que voy avanzando en el proyecto y las experiencias por las que paso me hacen llegar a otros puntos diferentes de los que tenía cuando comencé. Yo empecé a fotografiar mi barrio de la infancia, que se lo estaba comiendo el fututo, y mi misión inicial era rescatar todo lo que quedara, porque consideraba que aquello era la verdad. Pero al adentrarme en las casas descubrí que cada papel pintado suponía la vida de varias familias y todo lo que a ellas les pasaba, las penas, las alegrías, los tiempos, las muertes, el realquilar… Encontré sus fotografías, sus libretas, sus ropas, sus postales… Y aquello era otra Valencia, otro Cabanyal. El Cabanyal que yo pretendía rescatar no era el verdadero. Era sólo el verdadero para mí, pero era una cosa mutable que se va trasformando y mutando y que para unos es totalmente diferente que lo que fue para mí».
El trabajo fotográfico de Laura Silleras le valió ganar una beca fotográfica y ésta se materializó en un libro llamado ‘Quisiera que siempre fuera así, siempre es sólo un momento’, como la frase de ‘La Historia Interminable’, en referencia a como si estuviera en pie algo que tenia mucha fuerza y no se ha podido derribar.
«Más que hacer un libro que fuera la descripción del barrio, mi libro es un viaje iniciático donde parto de una premisa «para mí el barrio es así» y llego a otra conclusión, que es el viaje fotográfico durante todo ese tiempo».
La edición de aquel libro tuvo que seguir las directrices de la beca y ella no pudo ser tan libre como hubiera querido ni incluir tantas fotografías como hubiera deseado. «El libro esta divido en dos partes: la primera compuesta por fragmentos de fotografías, que permiten ahondar en los detalles, y la segunda, que es la secuencia escogida para la exposición en el museo MuVIM. El libro es como la punta del iceberg. Debajo hay una marabunta de trabajo que, por una cosa o por otra, se descarta, porque tiene que cuadrar para la secuencia que está narrando en ese momento, de esa manera».
Silleras nos cuenta que editar el libro con tantos diseñadores, editores y comisarios que querían imponer sus opiniones fue una experiencia dura, pero que le hizo aprender mucho y adquirir seguridad y confianza en sí misma, de cara a sus próximas publicaciones, sin dejar de reconocer que «trabajar con esta beca me ha llevado a experimentar con mi trabajo, hasta el hecho de fragmentar las fotos y encontrar resultados que me interesaron».
«El proyecto del libro ‘Quisiera que siempre fuera así, siempre es sólo un momento’ que hice con Fragments ya está cerrado. Cumplió los requisitos de la beca. Ese ensayo del libro lo hice con ellos. Pero me falta sacar un libro sin ningún tipo de censura ni condicionamiento. Y en unos meses haré un apéndice con un guiño», le adelanta a Gustavo Bravo.
Laura Silleras nos cuenta en exclusiva que publicará en breve con Agents De La Mort Books otro número de El Cabanyal. «Ahora haré lo que siempre quise hacer y no pude. Otro modo de secuenciar. Quiero tener más control sobre el resultado final de mi trabajo fotográfico».
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