‘El Juego de la Madalena’ de la artista y curadora Julieta Averbuj (Barcelona, 1986) es un ensayo visual sobre la necesidad de recordar. La idea surge de su deseo de homenajear a su padre, fallecido en 2017 en la ciudad de Buenos Aires.
Las fotografías, sacadas de sus álbumes familiares, son recuerdos de un tiempo en el que yo no existía, pero que sin embargo ella siente propio gracias a sus relatos.
Estas imágenes (algunas enmohecidas y consumidas por los hongos que crecieron en el interior de los álbumes) hablan del vínculo entre el tiempo y la memoria.
Al igual que el paso de los años modifica los recuerdos, los hongos invaden la materialidad de las imágenes, dando cuenta de ese reloj orgánico que todo lo transforma.
No sólo existe una apropiación de esas imágenes, también hay un proceso de resignificación a través del reencuadre, que a su vez, intenta representar el funcionamiento de la memoria.
Así como cuando recordamos lo hacemos en un presente evocando un pasado, las fotografías utilizadas representan el tiempo pasado, y el gesto de reencuadrar el presente desde donde lo hacemos.
De igual forma que los antiguos trazaban entre las estrellas líneas invisibles para crear constelaciones, utilizo el lenguaje para evidenciar cómo se construye el relato de la memoria.
Es también una forma de incorporar sus propias imágenes mentales. De todo esto surge la decisión de incluir el texto que aparece sobre el papel vegetal.
Con la voluntad de respetar la forma en que opera la memoria, se utiliza para el libro una estructura no secuencial, donde las imágenes, así como los recuerdos que aparecen, se componen y se muestran de forma involuntaria.
De esta manera se anima al espectador a participar en la composición de esos fragmentos de memoria, invitándole a apropiarse de ellos y a darles, una vez más, un nuevo significado.
En lo que al título se refiere, ‘El Juego de la Madalena’ hace referencia a un juego inventado por su padre. A través de su propia voz, reconvertía fotografías aparecidas en el periódico del día, e improvisaba historias donde la madalena era siempre el leit motiv. La imagen de algún político con el dedo alzado y cara de enfado (por ejemplo) se convertía por unos minutos en un personaje ridículo que exigía comer madalenas.
Este juego de resignificación, donde cualquier imagen podía ser víctima de la imaginación de mi padre, coincidía con el mismo sujeto de repostería del que Proust se valió en Por el camino de Swann, para describir el fenómeno en el que una percepción evoca un recuerdo.
Así mismo, se propone al lector que juegue, que componga y recomponga, dando sentido a las instantáneas con sus propias combinaciones. Todo ello a través de imágenes evocadoras que por su propia naturaleza, remiten al pasado y a la memoria.