Este martes 9 de abril de 2024 la Comunidad de Madrid ha comunicado el nombre del ganador del concurso ‘Fotocanal. Libro de fotografía 2024’. El galardonado es el fotógrafo mexicano Cristóbal Ascencio, autor del trabajo ‘Las flores mueren dos veces’, en el cual trabaja el álbum familiar desde un punto más amplio: origen, manipulación y reparación. Cristobal reúne las piezas familiares y las interviene para corromper la verdad de las imágenes. El fotolibro como herramienta de perdón y comunicación.
El fotógrafo de 36 años de edad, que incorpora a su obra la realidad virtual, la manipulación de datos y la fotogrametría habla en este trabajo de la relación que existe entre las imágenes y las memoria y sobre cómo construimos diferentes identidades y realidades a partir de esta correspondencia.
«La memoria es uno de los roles fundamentales de la fotografía familiar. Un nacimiento, una boda o un viaje son algunas de las situaciones que se fotografían habitualmente y que, junto a otras imágenes más espontáneas, fijan la representación visual de las relaciones familiares y sus historias particulares. Cuando revisitamos esas fotografías buscamos documentos que nos ayuden a recordar y reafirmar quienes somos y de dónde venimos, sin tener en cuenta sus imprecisiones ni todo aquello que quizás no consiguen reflejar.
‘Las flores mueren dos veces’ de Cristóbal Ascencio cuestiona la función de las imágenes como herramientas de memoria, al tiempo que explora otras posibilidades narrativas y estéticas que ofrecen las tecnologías digitales.
Su trabajo gira en torno a la relación con su padre, fallecido cuando él tenía 15 años. Harían falta otros 15 años más para que le confesasen que la verdadera causa de la muerte fue el suicidio y le entregasen una carta de despedida en la que su padre, de nombre Margarito y de profesión jardinero, le pedía que siguiese comunicándose con él.
Es entonces cuando Ascencio empezó a revisitar los lugares, recuerdos e imágenes que conservaba y a cuestionar su función en sintonía con los cambios tecnológicos que ha vivido la fotografía en los últimos años.
El proyecto da respuesta a la petición póstuma de su padre asumiendo que la mayoría de las imágenes que se crean y comparten hoy, tras su profunda transformación digital y online, no pretenden fijar una situación en el tiempo, sino comunicar un estado de ánimo, una idea o una experiencia en tiempo real.
El artista reinterpreta su archivo familiar, así como otras fotografías realizadas en el último jardín en el que su padre trabajó, a través de diferentes estrategias de manipulación y procesado digital.
Utilizando el glitch (el error digital) como herramienta, el artista interviene el código que componen sus fotografías personales, poniendo en cuestión sus estéticas y las narrativas asociadas a ellas.
Al mismo tiempo genera una representación tridimensional pero intangible del jardín a través de la fotogrametría (la creación de un modelo 3D generado a partir de múltiples fotografías), donde una serie de modelos de las plantas que su padre plantó y que aún hoy siguen vivas abordan cuestiones relativas a la materialidad de la imagen, la memoria y el paso del tiempo.
La única serie de fotografías expuestas sin más manipulación que la que impone la propia cámara y las indicaciones del fotógrafo, son aquellas en las que Margarito aparece posando rodeado de plantas. Por su punto de vista, su simple y repetitiva composición y la aparente paciencia del retratado, la serie pone de manifiesto cierta relación especial con el fotógrafo. Una relación mediada por el propio acto de realizar las fotografías, entendido como un tiempo y un espacio compartido de comunicación entre las personas, emociones y tecnologías que lo hacen posible.