Exposición fotográfica ‘Sebastián Taberna: El Rostro de la Guerra’ en el Museo Cerralbo
Texto: Sandra Remón
Foto: Sebastián Taberna
El Museo Cerralbo acoge una exposición monográfica comisariada por el investigador Pablo Larraz Andía sobre el trabajo de Sebastián Taberna, quien con su Leica se convirtió de manera accidental en fotógrafo de guerra al alistarse como requeté durante la Guerra Civil española. La muestra ofrece una visión humana y cercana, con extraordinarias imágenes inéditas tomadas por el combatiente fotógrafo navarro entre el frente y la retaguardia. La exposición puede verse de manera gratuita del 19 de octubre de 2023 al 28 de enero de 2024.
'Sebastián Taberna: el rostro de la guerra'
Es la primera vez que se realiza una muestra monográfica sobre el trabajo de este fotógrafo aficionado y reportero circunstancial, a partir del Archivo Taberna Belzunce, custodiado por su familia.
Sebastián Taberna Arregui (1907-1986) fue un autor autodidacta, cuya producción más extensa e interesante corresponde al periodo de la Guerra Civil (1936-1939). Si bien practicó la fotografía a lo largo de toda su vida, sus tomas acercan de forma directa a las experiencias cotidianas y el mundo interior del combatiente.
En esta exposición se ofrece una visión humana y sincera de la contienda desde el mismo campo de batalla y la perspectiva de los combatientes requetés, integrados en el Tercio del Rey que, desde Pamplona, atravesaron tierras de Navarra, Soria, Segovia, Burgos, Guadalajara y Madrid.
La fotografía de Sebastián Taberna sorprende por su versatilidad, capaz de abordar con éxito tanto el reportaje, como el retrato o escenas sosegadas de vida cotidiana de los soldados y de la población civil en pueblos y ciudades que encontraba a su paso.
El reportaje sobre la toma de Sigüenza, por ejemplo, constituye hasta el momento el único documento gráfico conocido sobre los primeros momentos de destrucción de la catedral y su entorno. Destaca su perfección técnica e intuición para el documento gráfico de acción, así como su sensibilidad a la hora de captar en imagen la perspectiva y vivencias íntimas del combatiente, todo ello, alejado de cualquier propósito propagandístico. Además de su doble condición de fotógrafo y combatiente, destaca la singularidad de que fuera él mismo, en su laboratorio portátil, quien revelaba y positivaba sus imágenes en el frente de batalla.
La familia de Sebastian Taberna preserva un extraordinario fondo fotográfico del combatiente pamplonés, que generosamente ha cedido para esta exposición temporal que muestra este legado que cuida y conserva la familia Taberna Belzunce.
El Archivo Taberna Belzunce asciende a más de 5.500 imágenes en rollos de película conservados en perfectas condiciones— lo ha digitalizado en los últimos años una de las hijas del requeté, María Eugenia, y ahora lo da a conocer el investigador Pablo Larraz Andía en la exposición ‘Sebastián Taberna: el rostro de la guerra’ que se expone en el Museo Cerrralbo.
Las fotos salen a la luz más de 80 años después
Las fotos que se exponen en esta muestra han estado ocultas ocho décadas. «Al terminar la guerra, Sebastián no quiso saber nada más, pasó página», explica el comisario de la exposición Pablo Larraz.
«No os podéis siquiera imaginar lo que fue aquello», les repetía a sus hijos.
Sebastián decidió conservar todos los negativos, meticulosamente ordenados en cinco cajas de madera, en el desván de la casa familiar.
«No destruyó las imágenes porque pensaba que tenían un gran valor, que debían ser publicadas cuando no fuesen usadas con fines propagandísticos».
Según explica el comisario las fotografías de Sebastián Taberna suponen «un gran hallazgo por calidad y cantidad, pero sobre todo por el punto de vista. No es fotografía propagandística, sino humana. Capta lo que vive como combatiente, lo que ve como reportero y lo que siente como protagonista».
«Son fotografías que muestran la realidad descarnada de la guerra: aquí no hay gloria, hay miseria».
«Sólo hizo fotografía simulada los primeros días, luego la realidad superó a la ficción»
«Aunque el propósito de Taberna fuese altruista, reportaje de campaña documental e intimista, sus trabajos no pasaron desapercibidos entre los mandos. Fue obligado a recoger las visitas de algunos oficiales a los frentes, maniobras a campo abierto, desfiles de algún batallón, material capturado al enemigo o heridas supuestamente producidas por balas explosivas, es decir, munición prohibida».
«Dentro del drama, su hilo conductor es el rostro humano, el del combatiente, el de los civiles, el de los prisioneros… No sé si será mejor o peor que Robert Capa, pero Sebastián era combatiente y fotógrafo, su psicología era diferente. Estaba en las trincheras y entre las ratas con sus compañeros, y prefiere sacar fotos de los soldados lavándose o limpiando su fusil que de los destrozos provocados por el enemigo».
En sus carretes hay imágenes de gran valor histórico sobre la destrucción de la catedral de Sigüenza, donde se habían refugiado los republicanos.
Cuenta el periodista David Barreira que Sebastián destacó por su meticulosidad. Anotó en una «libreta negra» la relación numerada de sus rollos, indicando fechas, lugares y nombres de los protagonistas. Y montó un taller improvisado, un «laboratorio ambulante», con todo su equipo —balanza de precisión, filtros, termómetro, papel fotográfico, lámpara, cubetas y ampliadora—. Lo guardaba en dos grandes cajas de madera que siempre viajaban con él dentro de su camión Ford.
Así lograba positivar en el mismo frente, y entregar las imágenes, los retratos, un género que cultivó con un resultado extraordinario, a sus compañeros e incluso a la población civil que les acogía. «Esto es algo inaudito, la foto se convierte en una credencial de vida, en un bien excepcional en los frentes».
Sebastián Taberna, un panadero aficionado a la fotografía
Sebastián Taberna, panadero aficionado a la fotografía, cumplía 29 años el 19 de julio de 1936. Unas semanas antes se había inscrito en el Requeté de Pamplona por motivaciones religiosas, sin filiación ni militancia política, y acudió puntual a la concentración en la Plaza del Castillo convocada a las seis de la mañana con sus cuatro hermanos, su Leica y un único rollo de película.
Hizo un reportaje de 14 fotografías sobre los compases iniciales del golpe de Estado en Pamplona, desde la primera concentración de voluntarios hasta el asalto de la sede de Izquierda Republicana por elementos de la Falange. Fue el comienzo de su historia como fotógrafo de guerra que se cuenta en esta exposición inédita.