El fotógrafo Miguel Oriola (Alcoy, Alicante, 1943) falleció el 10 de noviembre de 2020 a los 77 años de edad dejando un gran dolor en la comunidad fotográfica nacional. Tres años después, cuando hubiera cumplido 80 años, se celebra la genial trayectoria del fotógrafo exponiendo por primera vez una colección de retratos que repasan todas las épocas de su vida y obra.
Oriola fue un estudiante interesado por la plástica, la música y el arte dramático y con ese bagaje formidable, expresó sus ilusiones en el Madrid de los años sesenta, donde halló acomodo y comenzó a trabajar como fotógrafo freelance.
Con un punto de vista pragmático, descubrió que la moda y la publicidad eran dos territorios adecuados para desempeñar su labor tras la cámara.
Obtuvo un gran éxito en este plano y figuró entre los creadores favoritos de las agencias publicitarias, quedando de manifiesto sus excepcionales cualidades con sus fotografías impresas, no solo en revistas especializadas como Vogue o Cosmopolitan, sino también en las páginas del diario El País y un sinfin de publicaciones de tirada nacional e internacional, además de numerosas portadas de disco de artistas superventas como Luz Casal, Marta Sánchez y Rosendo.
A partir de 1977, Oriola descubrió las posibilidades de la docencia y comenzó a dar clases en el CEI (Centro de Enseñanzas de la Imagen) y posteriormente en EFTI (Escuela de Fotografía y Técnicas de la Imagen), donde fue profesor durante más de 33 años y anualmente desde 2019 se otorga la Beca Internacional de Fotografía de Moda que lleva su nombre.
En 1980, Oriola fundó la revista POPTOGRAFÍA, que sirvió como trampolín para las jóvenes generaciones de fotógrafos de la época y cuya dirección asumió provechosamente.
Tras una estancia en Nueva York durante el año 1997, regresó a Madrid con ánimos renovados y la firme decisión de dejar la fotografía de moda para centrarse en exclusiva en su obra personal. Homenajeado por la Real Sociedad Fotográfica, ente otras instituciones, Miguel Oriola recibió el Premio Quijote de Honor de la asociación de fotógrafos AFOCAM en 2015 y forma parte de la galería de fotógrafos ilustres del Instituto Cervantes. En palabras de Antonio Molinero: «Se trata de una de las figuras más carismáticas e inclasificables del gremio, definible como un niño terrible, o mejor aún, como un francotirador nato; un artista que concibe la fotografía como un acto de fe, como una pura autobiografía, algo tan espeluznante como refrescante en el panorama costumbrista de la fotografía española».