Sus fotografías suponen un testimonio extraordinario a la hora de captar y realzar el patrimonio cultural urbano antes de que desaparezca. Una serie sobre tiendas históricas de Barcelona es uno de sus trabajos más conocidos, formado por fotografías de escaparates de establecimientos clásicos, tomadas entre 1979 y principios de los 80. “Muchas veces, cuando hago fotografías de estas tiendas recuerdo mi infancia, y se trata de recuerdos muy entrañables. Por eso las hago. Tengo miedo de que se pierdan y quiero dejar constancia”, confesaba Freixa. También están presentes en sus imágenes de esos años restaurantes, hoteles o el mercado de la Boquería barcelonés.
Además, en la década de los 80, realiza una serie de trabajos de carácter experimental. Es el caso de la serie realizada para el Museo Nacional Arqueológico de Tarragona en 1987, para la que Freixa quiso sintetizar continente y contenido, fotografiando cómo algunas piezas de la colección se proyectaban en las paredes del museo, de forma que las esculturas parecen desmaterializarse, convertidas en formas luminosas.
En 1990, recibe el encargo de fotografiar la transformación del barrio del Eixample de Barcelona, durante la fase preolímpica para la revista Quaderns del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Y en 1994, realiza su célebre serie del Gran Teatre del Liceu, titulada El foc, darrer acte (El fuego, último acto), donde capta los restos de este teatro barcelonés tras el incendio que lo acababa de destruir (y que posteriormente se reconstruiría). El Liceu no era para Freixa sólo un edificio emblemático, sino un símbolo emocional de la ciudad. No le fue fácil obtener el permiso para entrar a retratar los restos calcinados, pero lo consiguió, dispuesto a enfocarlo como un trabajo arqueológico. Su documentación exhaustiva resulta única, porque Freixa disparaba mientras operarios limpiaban y reestructuraban el interior del teatro. Era consciente de que “aquella imagen que acababa de descubrir, al día siguiente ya no existiría”.
En 2006, Freixa inicia otra de sus obras clave, sobre las antiguas colonias textiles catalanas. Documentar sus ruinas antes de que sean destruidas o restauradas con nuevos propósitos. Las imágenes muestran un patrimonio industrial, tras años en desuso, y hacen reflexionar sobre la caducidad de la creación humana, sobre el destino de construcciones productivas que en su momento fueron símbolo de progreso y que, ya obsoletas, son devoradas por la naturaleza. Una experiencia estética, que muestra la esencia desnuda de los espacios de una forma íntima y poética, convirtiéndolos en una alegoría del paso del tiempo.
El espíritu de esa serie se conjuga de alguna manera con la de principios de los años 80 sobre locales emblematicos de Barcelona, cuando Freixa retrata en 2013 el histórico bar Marsella del barrio del Raval.
Tras haber vivido siempre en Barcelona ciudad, Freixa decide mudarse en 2014 a la casa familiar de Sant Vicenç de Montalt, en la comarca de El Maresme. Allí empieza a fotografiar espacios de la zona como el Hotel Estrac, entonces recién clausurado, cuyos interiores aún intactos en las imágenes del autor hablan de un pasado reciente, que parece remoto e irrecuperable. Desde entonces, el artista centra su mirada en la intimidad de su nuevo hogar y el entorno más cercano, ahondando en una obra extremadamente refinada, que dibuja los ambientes de una manera precisa, en una sinfonía de luces y sombras, con fondo autobiográfico.