‘Intento de brillar’, de Eva Casanueva, abarca una década de duelo, un proceso indeterminado en el que la imagen posibilita reconstruir, en su hacer oblicuo, los tejidos relacionales que la depresión vulnera. Un conjunto de fotografías que defienden la fragilidad y se extienden como un mapa intuitivo de escenificaciones pretendiendo la comprensión de la convivencia con la enfermedad.

En una sociedad obsesionada con proyectar una aspiración de felicidad y eficacia que a menudo se contradice con nuestra experiencia interna, la fotografía hace posible una mirada direccional, un ordenamiento frágil pero intempestivo hacia un propósito de vida.

La obra como sobra de un proceso, el brillo como la expresión de lo inefable y el fracaso como ocasión productiva de un desvío.

Intento de brillar posibilita un territorio habitable entre lo que se padece y lo que aparece.

La larga construcción de este cúmulo de imágenes operó no solo como compañera tras el diagnóstico de una enfermedad desmielinizante, sino también como afirmación de una identidad concreta, compleja y vulnerable que reclama su derecho al dolor, al placer, al miedo y al descaro. Cada imagen es una escucha atenta a resonancias individuales, es creadora de afectos conectivos, simulacros que evidencian lo no resuelto y devuelven una posibilidad, un experimento, una anotación para trascender.