Ascencio le cuenta a Bravo que durante su proceso creativo regó y enterró fotografías familiares para emular el daño de la memoria y de los recuerdos, algo que finalmente descartó para decantarse por el glich, valiéndose de un algoritmo que escogió para dañar las imágenes para emular una memoria dañada.
Cristóbal recuerda que ayudaba a su padre en su trabajo como jardinero los sábados por la mañana. Y que, cuando no era trabajando, compartía con su padre en el bosque, en jardines…. estando las plantas siempre presentes en su relación.
Ascencio le explica a Bravo que inició este proyecto estando ya en Madrid, cuando cursaba un máster de fotografía contemporánea, y que viajó a su México natal a buscar las plantas que su padre había plantado 20 años atrás y que utilizó la fotogrametría para crear el jardín virtual en el que ahora ambos se encuentran, tras valorar y descartar la idea de retratar las plantas reales que su padre plantó.
El fotógrafo Cristóbal Ascencio habla sobre cómo ha trabajado con fotografía de archivo familiar, confiesa anécdotas inéditas nunca hasta ahora confesadas y dialoga con Gustavo Bravo sobre el modo en el que las imágenes pueden mentir y cambiar su significado en función de la circunstancia y el entorno en el que se ven.
Ascencio Ramos le confiesa a Bravo que, para trabajar en la secuenciación del trabajo pasó una semana con su editor Tono Arias en A Estrada, trabajando en el orden de las fotografías (que, como la memoria, no tiene un orden lineal temporal, lo cual facilitó el trabajo) e inspirándose en los múltiples fotolibros que Tono Arias tienen en su tienda Dispara.
Ascencio explica todos los detalles del diseño de Underbau y Bravo sorprende al entrevistado proyectando un vídeo realizado por Tono Arias para esta entrevista, en el que cuenta lo complicado y lento que es hoy día recibir los papeles fotográficos y lo mucho que se han encarecido, afectando a la obra final.
Y, para terminar, el entrevistado reflexiona sobre la situación actual de la fotografía.