Desde que se inventa la Fotografía hasta nuestros días, el papel de la luz y la exposición del negativo y/o sensor a la misma es lo que determina el aspecto final de nuestra imagen.
Resulta curioso que, a pesar de los siglos, las herramientas de las que disponemos en nuestra cámara para controlar dicha exposición sean exactamente las mismas tres: tiempo de exposición, apertura del diafragma y sensibilidad a la luz.
Gracias a estas herramientas, podemos controlar y jugar con la cantidad de luz que recibe nuestra imagen, pudiendo obtener fotografías que muestren una luz similar a la percibida por nuestros ojos (lo que se considera normalmente como una exposición correcta) o, por el contrario, conseguir fotografías sobreexpuestas o subexpuestas, si se muestran con una luz diferente.
Cuando se está empezando a manejar este concepto, resulta conveniente hacerlo en un modo de control manual de la exposición, de forma que sea el fotógrafo o la fotógrafa quien module las tres herramientas antes citadas (tiempo de exposición, apertura de diafragma y sensibilidad) en aras de dominarlas por completo antes de utilizar otros modos semiautomáticos de control de la exposición.
Todas las cámaras fotográficas, desde la compacta más sencilla, pasando por las de los teléfonos móviles, hasta las cámaras profesionales más sofisticadas, todas utilizan las mismas tres herramientas para controlar la exposición a la luz.
El uso de estas herramientas queda siempre supeditado a la luz ambiental que tenga aquello que encuadramos en nuestra fotografía.
También conocida como ‘tiempo de exposición’, esta herramienta puede variar en función de la cámara.
De las tres herramientas, es la única que se encuentra en el objetivo o lente, por lo que varía en función de éste y el rango puede variar entre unos y otros cuando hacemos zoom.
Esto se ha trasladado de la película de negativo al sensor digital y, por tanto, depende de la cámara.
La velocidad de obturación es el tiempo que tarda en abrirse y volverse a cerrar el obturador, que es un dispositivo con forma de cortinilla que bloquea el paso de luz al negativo o al sensor de la cámara.
Es por esto que a la velocidad de obturación también se le denomina ‘tiempo de exposición’ que, no siendo exactamente el mismo concepto, sí implica lo mismo en términos de luz en nuestra fotografía.
Hay cámaras analógicas que prescinden de esa cortinilla u obturador y obturan directamente con el diafragma.
Hoy día se comercializan cámaras digitales que utilizan una obturación electrónica (virtual).
Con todo, en general, la velocidad de obturación podría resumirse en el tiempo real que tarda una fotografía en ser tomada.
Para controlar activamente la velocidad de obturación, la cámara deberá estar configurada con el modo de control manual o prioridad a la velocidad (S).
Aunque el concepto pueda parecer complejo, lo cierto es que el funcionamiento de esta herramienta es bien sencillo: cuanto mayor sea el tiempo de exposición, mayor será la cantidad de luz que recibirá nuestra fotografía.
La dificultad radica en que la velocidad de obturación es una fracción (de tiempo) y valores más altos pueden parecen mayores cuando en realidad son menores (en términos de luz).
Por tanto, una velocidad muy alta de obturación implica menos tiempo de exposición y, por tanto, fotografías más oscuras.
Por contra, una velocidad menor implica un mayor tiempo de exposición y, por ende, fotografías más luminosas.
El tiempo de exposición es la velocidad en la que tarda en abrise y cerrarse el obturador y este tiempo se mide en fracciones de segundo.
Por ello, en función de la configuración, podremos hacer fotografías de una milésima de segundo (1/1000), una centésima de segundo (1/100), una décima de segundo (1/10) o de un segundo (1″) o más segundos.
En la jerga fotográfica, esto se puede resumir en hacer fotos a una velocidad de ‘mil’ o una velocidad de ‘doscientos’, por ejemplo.
El tiempo de exposición correcto no existe, o no debería existir como concepto absoluto, aunque sí es cierto que hay un margen en el cual un tiempo de exposición concretro otorgará valores de luz similares al del ojo humano con respecto a una escena concreta.
A pesar de esto, la subjetividad creativa de cada uno puede dar por correctos distintos tiempos de exposición según los casos.
La apertura de diafragma es un sistema mecánico de palas que canaliza el flujo de luz a través del objetivo.
De forma similar a las pupilas de nuestros ojos, el diámetro del espacio que forme el diafragma permitirá un mayor o menor flujo de luz hacia la película de negativo o el sensor.
La luz es física y, como tal, puede bloquearse o canalizarse con un mayor o menor flujo.
Si imaginas el objetivo como una tubería de agua, para controlar ese flujo de la misma a través de él, podemos ensanchar o estrechar su diámetro. Eso es exactamente lo que hace el diafragma.
Para controlar activamente la apertura del diafragma es necesario configurar la cámara con el modo de control manual o prioridad a la apertura.
La apertura del diafragma es una relación entre el diámetro del objetivo y su distancia focal.
La apertura se conoce también como ‘Número F’.
A mayor diámetro, mayor flujo de luz y, por tanto, fotografías con una mayor exposición.
A menor diámetro, menor flujo de luz y, por ende, menos luz en nuestras fotografías.
Al igual que la Velocidad de Obturación, la Apertura del Diafragma suele provocar confusión porque, al tratarse de una fracción, números mayores implican una menor exposición y viceversa.
Si configuramos un Número F pequeño (f 2.8, f3.5 o f4), en realidad estamos hablando de una apertura del diafragma mayor y esto implica un mayor flujo de luz y, por tanto, tendremos fotografías con una mayor exposición.
Si, por contra, configuramos un Número F alto (f11, f16 o f22) estamos cerrando la apertura del diafragma y, por tanto, cerrando el flujo de luz al sensor o a la película de negativo. Hacer esto provocará fotografías más oscuras o con menor exposición a la luz.
El Número F es la relación entre el diámetro de la apertura más grande que tiene un objetivo en milímetros, con respecto a la distancia focal del mismo, también en milímetros.
Esto permite saber la luminosidad de los mismos, que no es la misma según su longitud focal. De hecho, cuanto más largo es un objetivo, mayor es el trecho que debe recorrer la luz a través de él, por lo que deberá tener un diámetro más ancho para poder ser tan luminoso como los objetivos más cortos.
Por ejemplo, un objetivo de 50mm que tiene una apertura de f2, significa que ostenta un diámetro máximo de 25mm. Esto resulta de la fracción de sus 50mm de distancia focal entre los 25mm de su máximo diámetro=> 50mm / 25mm = f2.
Un objetivo de 100mm que pretenda ostentar una luminosidad semejante deberá tener también un diámetro proporcional (50mm).
Por contra, un objetivo de 25mm necesitará sólo la mitad de diámetro que el de 50mm para ostentar una luminosidad equivalente de f2.
La sensibilidad ISO es un estándar heredado de las películas de negativo. Se refiere a la sensibilidad a la luz del material que está llamado a captar la imagen. Tradicionalmente, se ha funcionado con películas comercializadas con diferentes sensibilidades, pero hoy día está igualmente estandarizado en el uso de sensores digitales que, aun siendo equivalente, no guarda mucha relación con el funcionamiento tradicional.
Al igual que la Velocidad de Obturación, el rango de sensibilidad ISO que tiene una cámara digital depende del modelo concreto y su antigüedad, siendo el estándar máximo duplicado o triplicado con cada generación. Esto implica poder captar más luz o hacer las mismas fotografías (en términos de luz) con menores tiempos de exposición o menores diafragmas.
En la fotografía tradicional, la sensibilidad ISO depende de la película de negativo elegida.
Para controlar la sensibilidad ISO en las cámaras digitales basta con utilizar cualquier modo de control semiautomático o manual y no tener la ISO automática.
A diferencia de con los carretes, en digital es posible cambiar la sensibilidad entre foto y foto, mientras que antes era necesario terminar el carrete o llevar varias cámaras con distintos carretes cargados.
La sensibilidad ISO es una valor estándar que determina cuánto de sensible es la película o el sensor digital a la luz.
Cuanto mayor sea la ISO, mayor será la cantidad de luz que tenga la fotografía.
Por contra, cuanto menor sea la ISO, mayor será la luz necesaria para captar correctamente la imagen.
Si el día es soleado o hay una gran cantidad de luz ambiental, lo normal será utilizar una ISO baja (100, 200, 400)
Si se está practicando una fotografía nocturna, en interiores o en lugares sombríos lo más frecuente será utilizar ISOs altas (1600, 3200, 6400).
El principio de equivalencia establece que, en términos de luz, no importa utilizar una herramienta u otra de las tres. Todas dan y quitan luz proporcionalmente con idénticos resultados en lo que se conoce como ‘pasos de luz’ o ‘valor de exposición’ que se mide en puntos negativos o positivos (EV-1, EV+3, etc).
Para dar o quitar un ‘paso de luz’ completo con la velocidad es necesario doblar el tiempo de exposición o reducirlo a la mitad. Así, con una velocidad de 1/1000, para dar un ‘paso de luz’ completo bastaría con reducirla a 1/500, mientras que para quitarlo habría que subir hasta 1/2000.
Con el diafragma es más complicado, ya que hay que tener en cuenta el área de la circunferencia por lo que, en lugar de hablar simplemente de mitades o de doblar, hay que tener en cuenta los valores desde f1 y f1.4 y doblar el anterior valor. Así, f2 será un ‘paso de luz’ menos, f2.8 otro menos, f4 otro menos y así sucesivamente…
Con la sensibilidad ISO ocurre lo mismo que con la velocidad pero al revés. Así, teniendo una ISO 100, si queremos ganar un ‘paso de luz’ basta con subir a ISO 200. Si por contra, queremos quitar un paso de luz, lo conseguiremos con ISO 50.
Una cosa es entender cómo funcionan las herramientas para controlar la luz (velocidad, diafragma e ISO) y otra muy distinta saber qué configuración es la adecuada en función de la luz de la escena que determina el encuadre.
Si utilizamos un modo semiautomático, la cámara será la encargada de medir la luz y decidir esto por nosotros pero, en modo manual, que es el modo de control adecuado cuando nos estamos iniciando, la cosa no funciona sola.
Para saber qué velocidad, diafragma o ISO es necesario utilizar hay que guiarse por el fotómetro, que es otra herramienta incorporada dentro de la cámara que sirve para medir la exposición de nuestra fotografía en función de la luz del encuadre y la configuración de la cámara (velocidad, diafragma e ISO).
En función de esas cuatro variables, el fotómetro hará una previsión de cómo quedará expuesta la imagen. Siendo 0 (cero) la exposición presuntamente correcta o expresando el número de pasos de luz que nos aleja del cero en positivo o negativo.
Si el fotómetro muestra valores negativos significa que, en caso de hacer la fotografía con la luz ambiental del encuadre y la configuración de la cámara actual, la imagen resultante estará subexpuesta. Es decir, presuntamente más oscura de lo deseable.
En situaciones de contraluz suele ser la mejor opción si el motivo principal se halla en la zona más iluminada.
Si el fotómetro muestra un valor de cero, o cerca de cero, significa que, en caso de hacer la fotografía con la luz ambiental del encuadre y la configuración de la cámara actual, la imagen resultante estará correctamente expuesta.
Esto suele ser así en situaciones o encuadres con luz homogénea, pero no funciona en contraluces o situaciones de alto contraste.
Si el fotómetro muestra valores positivos significa que, en caso de hacer la fotografía con la luz ambiental del encuadre y la configuración de la cámara actual, la imagen resultante estará sobreexpuesta. Es decir, presuntamente más iluminada de lo deseable.
En situaciones de contraluz, suele ser la mejor opción si el motivo principal se halla en la zona más sombría.
La cámara puede medir la luz de toda la escena del visor o de una parte. Con los modos de medición, podemos discriminar qué queremos que tenga en cuenta la cámara para establecer un valor correcto de fotómetro.
La cámara tendrá en cuenta toda la luz reflejada en la escena para medir la exposición o dar un valor de fotómetro en modo manual.
La cámara mide la luz reflejada en centro de la toma o en una gran zona del visor, ignorando los bordes. Aquello que quede fuera de la zona de medición no se tendrá en cuenta.
La cámara tendrá en cuenta únicamente la luz reflejada en un punto de la escena. La forma de decirle a la cámara dónde debe medir, será colocando el punto de enfoque en aquello cuya luz queremos averiguar.
La fotografía más antigua que se conserva es una reproducción de la imagen conocida como Vista desde la ventana en Le Gras, obtenida en 1826 por el científico francés Nicéphore Niepce con la utilización de una cámara oscura y una placa fotográfica de peltre (aleación de plomo, estaño y algún otro metal) recubierta en betún.
Aquellas ‘fotografías primigéneas’ de Niepce necesitaban más de ocho horas de exposición a plena luz del día para quedar fijadas.
El fotógrafo australiano Warren Richardson tomó la fotografía en blanco y negro bajo el título ‘Hope for a new life’ (esperanza por una nueva vida) que muestra a un hombre entregando a un bebé a otra persona a través de una alambrada en la frontera entre Serbia y Hungría. El fotógrafo realizó esta imagen de noche y usando un ISO 6400, ya que no podía usar el flash por el temor de que la Policía los descubriera.
Esta fotografía fue tomada con una velocidad de obturación de 1/5, una apertura de f1.4 y a 6400 de ISO. La imagen fue galardonada con el premio ‘Foto del año’.
Es una fotografía que difícilmente se podría haber tomado antaño con cámaras analógicas.
Los carretes con los ISOs más altos comercializados no superan los 1600 ISO en color o los 3200 ISO en blanco y negro.
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