William Eggleston (Memphis, 1939) es uno de los autores más influyentes de la fotografía contemporánea, considerado el padre de la fotografía a color, al lograr su reconocimiento como expresión artística admisible en galerías de arte y museos en los años 70 del siglo XX. La exposición que le dedicó el MoMA en 1976 fue la primera en la historia de la institución que mostraba exclusivamente fotografía a color.
Influenciado por el “instante decisivo” de Henri Cartier-Bresson, y por los fotógrafos Robert Frank y Eugène Atget, su trabajo inicial fue en blanco y negro en torno en los suburbios de Memphis. Luego incorporó el color con una clara intención artística buscando revelar el potencial estético de lo cotidiano, ensalzando la vida misma: zapatos viejos, congeladores con comida, el interior de un baño, las piernas de una mujer, un cartel de carretera, un camión viejo, un árbol, etc..
La plasticidad mágica de lo cotidiano
William Eggleston es un fotógrafo urbano pionero del color y en apuntar belleza en objetos, lugares y personas como nunca antes se había hecho.
Gracias a una sensibilidad magistral a la luz y el color, fue uno de los primeros en conseguir llevar los coches o las mesas de cafetería a exponerse en las galerías, que hasta entonces estaban encasilladas en la fotografía en blanco y negro y con temas más complejos y elevados.
Abrió muchas puertas, pero su obra tardó años y años en comprenderse y el éxito le ha llegado tarde.
Con todo, hoy día es considerado como uno de los mejores fotógrafos de toda la historia, llegando a subastarse algunas de sus fotos por millones de dólares.
El protagonista de sus fotos era la vida cotidiana en una pequeña ciudad de los Estados Unidos en la era de Richard Nixon, en su quietud. Poesía cromática del instante de un día cualquiera de un mes cualquiera de un año cualquiera de la década de los 70, 80…
Eggleston tenía la especial habilidad de congelar los momentos en los que aparentemente no ocurría nada. Fotografiaba lo inmóvil en tensión, dejando espacio y tiempo para que el lector de sus obras descubra los secretos que guardaban sus intuitivas tomas.
Aparentemente sencillas, sus fotos son directas, agudas y precisas y todas forman parte de un diario visual aparentemente infinito, en el que el fotógrafo recopila todo aquello que quiere recordar.
William Eggleston nació en 1939 en Memphis, Tennessee, en el profundo Sur de Estados Unidos en el seno de una familia acomodada. Su padre era ingeniero y su abuelo un importante juez aficionado a la fotografía.
Su padre murió en la II Guerra Mundial y su abuelo se encargó de su educación.
A los diez años de edad le regaló su primera cámara de fotos: una Kodak Brownie Hawkeye, que no le convenció por lo borroso de los resultados.
Un año después, teniendo él 11 años, su abuelo murió y él retomó la afición del abuelo, pasándose horas revelando en el cuarto oscuro. A los 12 años de edad su madre le matriculó en la academia militar Buckle Webb School.
Mayoría de edad y amor por la fotografía
En 1957, con 18 años, se matriculó en la Universidad Vanderbilt y en una clase de arte descubrió el expresionismo abstracto de mediados de los 50 (Klee, Kandinsky…) y se sintió identificado. Otro día de ese año, un compañero le animó a comprarse una cámara y se hizo con una Canon telemétrica. Al revelar sus primeras fotos con aquella se sorprendió de lo buenas que eran. Nada que ver con las que hizo con la cámara que le regaló su abuelo siendo niño.
Pronto se compró una Leica. Descubrió que lo suyo era la fotografía y pasaba horas haciendo fotos y faltando a clase. Pasó por tres universidades sin graduarse en ninguna. ¡Quién le iba a decir que a pesar de ello más tarde sería profesor de fotografía artística en Harvard!
En aquella época de finales de los años 50 Eggleston comenzó a fotografiar los suburbios de Memphis con película de 35mm blanco y negro de alta sensibilidad: restaurantes, interiores domésticos y viandantes…
La obra en Bresson (en blanco y negro) le impresionó y empezó a formarse por sí mismo viendo los pocos libros de fotografía que existían en aquella época, si bien no le interesaba la obra de Ansel Adams, tampoco las fotos publicadas en Life… Le gustaba la filosofía de Robert Frank (15 años mayor que él), la de Walker Evans (30 años mayor que él)… Admiraba sus fotos y se sentía identificado con sus escritos.
Se decidió a romper las reglas imperantes hasta entonces: fotografiar sujetos atractivos en blanco y negro. Él prefería el color y a la gente corriente. Se propuso hacer arte de ello. Fotografiaba desde ángulos extraños, fotografiaba aquel restaurante de comida rápida en medio del campo. Fotografiaba los coloridos neones, los plásticos… Aquella banalidad tan visual y estética que pronto convirtió en normalidad maravillosa y bella, en trivilidad deslumbrante. Una bombilla colgada de un techo granate. Un sillón naranja ocupado por su dueña. No quería registrar aquello. Quería hacer arte de ello.
Corría 1965 y él ya sólo fotografiaba en color.
En 1967, a los 28 años de edad se mudó a Manhattan. En la maleta llevaba sus diapositivas en color e impresiones del delta del Mississippi: fotos de casas bajas, de cielos azules, de tierras planas y vecinos del sur de los Estados Unidos.
Allí entabló amistad con unos jóvenes Diane Arbus, Garry Winogrand y Lee Friedlander, que se quedaron prendados de su obra y le animaron a enseñar su obra al entonces director de fotografía en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, John Szarkowski. Él era un visionario y se atrevería a exponer aquellas fotografías a pesar de que en la época aquello no era arte digno del MoMa.
A partir de un negativo en color o de una diapositiva, y utilizando máscaras para controlar el contraste y la sobreexposición, se obtienen tres negativos de separación de color exponiendo el original a través de filtros rojo, verde y azul, respectivamente, sobre tres negativos en blanco y negro, de los cuales se realiza una matriz capaz de absorber los colorantes. La superposición sucesiva sobre el papel o el plástico tendrá como resultado la transferencia de los colorantes a estos materiales de soporte.”
Gracias al Dye Transfer logró una intensidad de color nunca vista hasta entonces que daba otra dimensión a sus fotos.
En 1974 tuvo su primera exposición individual en una galería de Washington D.C.
En 1975 expuso su segunda exposición individual en la zona de exposiciones de la Harvard University en Cambridge, Massachusetts.
Se convirtió en el primer fotógrafo del mundo en exponer una completa colección fotográfica en color en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa).
La muestra ‘Color Photography by William Eggleston’ causó auténtica sensación entre los incondicionales del costumbrismo fotográfico pero también despertó la ira de parte de la crítica, a la que su obra descolocó por completo.
La exposición fue recibida con una desaforada controversia. La presentación, comisariada por John Szarkowski, director del departamento de fotografía del museo, estaba compuesta por 75 fotografías en color elaboradas con la técnica de la copia por transferencia de tintes (dye-transfer print). En esta técnica, de modo similar a la serigrafía, se imprimían sucesivamente sobre el papel, de manera manual, tres capas de colores. Con ella, los colores despliegan una enorme fuerza luminosa y pueden controlarse individualmente. Al igual que en la pintura, el cromatismo puede contribuir a la expresión artística e influir en el efecto de las obras. De modo que el empleo de la fotografía en color no sirve solo para describir con fidelidad el motivo de la imagen y representar la realidad gráficamente, sino que también puede liberarse de esta última y convertirse en parte de la concepción artística del mundo. Para publicar sus fotografías en tirada limitada, Eggleston reunió sus copias de transferencia de tintes en una carpeta. Esta carpeta, editada en 1974 con el título 14 Pictures, fue publicada por Harry Lunn, un galerista de Washington, D.C. En la selección de las fotografías ayudaron dos amigos de Eggleston: el comisario Walter Hopps y el fotógrafo John Gossage.
Ese mismo año 1976 recibió un encargo de la revista Rolling Stone, que le llevó a Plains, Georgia, la ciudad natal del candidato presidencial Jimmy Carter, en la víspera de las elecciones nacionales. La serie, titulada ‘Election Eve’ (1977) no contiene ninguna foto de Carter ni de su familia, sólo fotos de la vida cotidiana de los residentes de Plains. Hoy es uno de sus trabajos más buscados.
En verano de 1983 Eggleston realizó su primera exposición individual en un museo de Europa, en el Victoria and Albert Museum de Londres. Su comisario, Mark Haworth-Booth, exhibió bajo el título William Eggleston: Colour Photographs from the American South una selección de fotografías de un total de 29 obras de las tres carpetas publicadas hasta entonces, y otras nuevas inéditas. El folleto de la exposición se ilustró con la instantánea del techo rojo, que entre tanto se había convertido en icono de la obra fotográfica de Eggleston.
Sobre esta fotografía escribe Haworth-Booth: La fotografía del techo rojo es una mirada hacia arriba, poco habitual en la fotografía de interiores, y equivalente a la mirada escrutadora de un desconocido o de un quedarse mirando ociosamente el techo. La imagen, sin embargo, no tiene nada de ocioso ni de ingenuo. Los dibujos psicodélicos que aparecen en la parte inferior derecha tienen su eco, y su superación, tanto en lo que respecta a los colores como sorprendentemente al contenido, en la parafernalia eléctrica del techo rojo de encima. Fijarse en la normalidad como lenguaje de signos es uno de los placeres de la obra…». Precisamente esta representación en color de la cultura cotidiana estadounidense constituía en aquel tiempo algo especial para un público europeo. La dimensión psicológica de los colores, aplicados conscientemente, de las copias por transferencia de tintes recordaba el control del color en las películas de Alfred Hitchcocki, y la ambigüedad de lo afirmado en las imágenes mostraba cierto parentesco con las películas del director estadounidense David Lynch. el mundo de motivos de Eggleston y de otros fotógrafos en color de Estados Unidos seguía la estela del director alemán Wim Wenders con su película Paris, Texas (1984). Esto agradó mucho en Europa.
En verano de 1983 William Eggleston viajó en coche a Graz (Austria) en compañía del fotógrafo de Berlín oeste Wilmar Koenig, que en ese momento era el director del Werkstatt für Photographie. En esa ciudad, Eggleston conoció a los editores de la revista especializada Camera Austria, Christine Frisinghelli y Manfred Willmann. Eggleston realizó fotografías tanto en su estancia en Berlín occidental como durante su viaje en coche a Graz.
La exposición de Berlín se presentó en la galería fotográfica del Forum Stadtpark con el título William Eggleston: Kenya. Al contemplar la exposición, el fotógrafo italiano Luigi Ghirri llegó a un resultado parecido al de aquel mundillo de la fotografía alemana.
En 1984 el el fotógrafo italiano Luigi Ghirri publicó en Camera Austria un artículo con el título en alemán ‘Mundos sin fin’. Ghirri incidía primero en las expectativas puestas en un artista para el reconocimiento de su trabajo. A lo largo del texto, Ghirri formula una defensa del perfeccionamiento individual del artista sin tener en cuenta las expectativas de su público.
En 1986 se celebró en Graz el séptimo congreso de fotografía en el marco del festival de arte contemporáneo steirischer herbst [otoño estirio]. Con el título EUROPA-AMERIKA: Hallo-Good bye/Good bye-Hallo el lado norteamericano estaba representado por fotógrafos como Lewis Baltz, Robert Frank o William Eggleston para hablar del intercambio trasatlántico de la fotografía'».
Eggleston presentó en una proyección de diapositivas un extracto de The Democratic Forest 20, compuesto por varios miles de fotografías y en el que estaba trabajando en ese momento. Tras una presentación sin palabras, una parte del público le criticó por no haber comentado su intervención. A continuación se desató un encendido debate sobre la responsabilidad del artista de trasmitir su obra también por medio de la palabra. Esa necesidad existía, porque se trataba de un nuevo proyecto de Eggleston en el que, con recursos de la fotografía en color, había cambiado su forma de acceder a la realidad. Ahora no mostraba ya la cultura cotidiana estadounidense con imágenes cargadas de elementos sugerentes, sino como un inventario de sus fenómenos visibles en un estilo documental caracterizado por un cierto desapego.
En 1989 se publicó la monografía de Eggleston ‘The Democratic Forest’ (‘El Bosque Democrático’), editada por el organizador de exposiciones inglés Mark Holborn. Eggleston decidió titularla así porque la palabra le caracterizaba, su tipo de fotografía era democrática y él trataba las cosas de manera democrática… Todo el trabajo de esta época, entre 1983 y 1986, quedó unificado por la democracia. En aquel momento Eggleston ya tenía varias series distintas y muy cuantiosas. A partir de ese momento, por primera vez, adquirió un sentido coherente todo lo que había en las cajas, con sus miles de copias.
Ese año 1989 Eggleston realizó su primera exposición individual en un museo alemán: en la Spectrum Photo-galerie del Sprengel Museum de Hannover. El comisario fue John Gossage. En la exposición podían verse un retrato en blanco y negro, algunas de las célebres copias hechas por transferencia de tintes de la William Esgleston’s Guide, otras tomadas de la carpeta 14 Pictures, que entre tanto se había publicado en 1974, y Troubled Waters, de 1980.
En 1992 Eggeston ofreció por primera vez una panorámica de su obra completa en el Barbican Centre de Londres. La exposición se llamó ‘William Eggleston: Ancient and Modern’. Estuvo comisariada por Mark Holborn. La exposición y el catálogo mostraban cómo había evolucionado el trabajo fotográfico y cómo su obra ya era internacional, con fotografías tomadas lejos de su delta del Mississipi natal.
En 1993, el comisario Heinz Liesbrock organizó en el Museum Folkwang de Essen la exposición Edward Hopper und die Fotografie – Die Wahrheit des Sichtbaren [Edward Hopper y la fotografía. La verdad de lo visible] en la que las pinturas y grabados de Hopper entraron en un diálogo asociativo con trabajos de nuevos fotógrafos estadounidenses, entre ellos Eggleston, por su fidelidad a la realidad visible y por el significado oculto que ambos encontraban en las cosas cotidianas.
En 1994 las colecciones nacionales de Alemania empezaron a comprar obra de Eggeston gracias a que el galerista Rolf Hengesbach le dedicó una exposición individual en su galería Räume für Neue Kunst, en Wuppertal, bajo el título William Eggleston – Frühe Photographien, con todas las carpetas y fotografías sueltas de la William Eggleston’s Guide 27. Puso a la venta por primera vez sus obras realizadas con la técnica de transferencia de tintes.
En el año 2000 mostró una exposición en el marco del programa cultural de la Exposición Universal de Hannover: una exposición colectiva en el Sprengel Museum primero y en el Städel de Fráncfort después, con el título How You Look at It – Fotografien des 20. Jahrhunderts. Las fotografías se exhibieron junto con un trabajo de Bruce Nauman en neón que tenía un carácter de ambigüedad y agresividad semejante, por lo que aglutinaba y asociaba las obras. En el programa ge-neral de la exposición tuvo lugar una conversación entre artistas con Eggleston.
En 2002 Eggleston expuso su primera exposición individual en Francoa, en la Fondation Cartier pour l’Art Contemporain de París. Ese mismo año, Eggleston participó en la Documenta 11 de Kassel.
En 2012, 36 de sus fotos fueron vendidas por 5’9 millones de dólares.
La fotografía de portada de ‘William Eggleston Guide’ que muestra un triciclo que retrató en 1970 y a la que el artista ni siquiera puso un nombre se vendió por 578.500 dólares.
En 2019, William Eggleston y su familia han creado la Fundación Eggeston http://egglestonartfoundation.org/index.html para preservar el legado del artista que hoy tiene 81 años.
«Tengo una regla personal: nunca más de una foto y nunca he deseado haber tomado una foto diferente. Resulta que hice bien en empezar».
Según la revista ‘Memphis’, al artista le gustan las armas, bebe mucho alcohol, fuma como un carretero, le gustan en exceso las mujeres y su comportamiento es extravagante.
En 2012, 36 de sus fotos fueron vendidas por 5’9 millones de dólares.
La fotografía de portada de ‘William Eggleston Guide’ que muestra un triciclo que retrató en 1970 y a la que el artista ni siquiera puso un nombre se vendió por 578.500 dólares.
En 2019, William Eggleston y su familia han creado la Fundación Eggeston http://egglestonartfoundation.org/index.html para preservar el legado del artista que hoy tiene 81 años.
«Tengo una regla personal: nunca más de una foto y nunca he deseado haber tomado una foto diferente. Resulta que hice bien en empezar».
Según la revista ‘Memphis’, al artista le gustan las armas, bebe mucho alcohol, fuma como un carretero, le gustan en exceso las mujeres y su comportamiento es extravagante.
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Buen resumen de su biografía. ¡Gracias!
Gracias a ti! Si echas de menos algo nos dices ;)