Robert Doisneau (1912- 1994) fue uno de los fotógrafos urbanos y documentales con mayor sensibilidad para captar la belleza efímera de lo cotidiano.

Consciente de que las buenas historias suceden en lugares y momentos relativamente predecibles, se convirtió en un maestro de la espera y el diseño de las escenas, apostándose en los puntos de interés más relevantes de París hasta que ocurriera la magia que sólo su gran ciudad podía ofrecer.

Esta espera, disciplina extendida hoy día como la del ‘fotógrafo pescador’, propiciaba imágenes con una composición muy meditada y unos encuadres sobresalientes, muy avanzados en comparación a otros contemporáneos.

Vivió la época dorada de las revistas y, entre sus muchos encargos, trabajó en una serie sobre el romanticismo en la capital francesa de la que, fruto de su característico diseño de las escenas, saldría la imagen de ‘El Beso del Ayuntamiento’, un icono de la fotografía del siglo XX que le alzaría hasta lo más alto para después hundirle en la mayor de las depresiones.

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Biografía de Robert Doisneau

Primeros años

Robert Gaston Sylvain Doisneau nació el 14 de abril de 1912 en Gentilly, suburbio sur de París.

Teniendo el pequeño Robert Doisneu apenas dos años, estalló la primera guerra mundial, su padre, Gastón, fue reclutado y su madre Sylvie cayó enferma repentinamente.

Los médicos mandaron a su madre y al pequeño Robert a una zona alejada del humo de las fábricas, a un castillo de ensueño en Mialaret (Correze).

El hermano de su madre era el alcalde de la comunidad y estudió en un colegio privado.

Los primeros años de su vida los pasó sin ver a su padre, que no regresó hasta acabada la guerra.

Recuerda Robert que llegó un hombre «cansado». Entonces acabó la vida de palacio y los tres regresaron al suburbio de Gentilly. No hay fotografías de aquella época. Su vida se oscureció. Era 1919, el pequeño Robert Doisneau tenía apenas 7 años y su madre murió tras aquella larga enfermedad.

Tres años después de enviudar, el padre de Robert, Gastón se casó con una viuda de guerra que tenía un hijo de la misma edad de Robert: 10 años. Se llamaba Lucien y la mujer de su padre sólo tenía ojos para él.

El pequeño Robert Doisneau de 10 años de edad se distraía jugando a indios y vaqueros en las fortificaciones, una zona desértica que separaba Paría de los suburbios. El lugar donde más tarde se construiría la circunvalación.

Con 13 años de edad, Robert Doisneau ingresó en la escuela Estienne para aprender el oficio de grabador litográfico, que estaba a punto de desaparecer. Existen fotos de aquella época que le muestran sonriente en el pupitre, pero en aquella época Robert Doisneau no era feliz. Sentía que le estaban obligando a aprender un oficio que no valía para nada. Bajo una apariencia de niño bueno, escondía una rebeldía silenciosa, que le acompañaría toda su vida.

En aquella época no estaba muy unido a su hermanastro Lucién, hijo de la mujer de su padre, pero su hermano Lucién le prestó su cámara y se abrió ante él todo un mundo. Empezó a plasmar en placas de vidrio las farolas de gas y los adoquines que pisaba de camino a la escuela y recorriendo el río Bièvre que desaparecería cubierto por el asfalto. Dedicaba el mismo tiempo a estos paseos fotográficos que el tiempo que pasaba en la escuela.

Sus primeros reportajes

En 1929, con 17 años, logró el título de grabador litográfico e hizo su primera fotografía. Era una foto de una rocas. Le daba mucha vergüenza fotografiar gente y al principio solo fotografiaba «cosas», como confesó años después.

Comenzó a trabajar como artista calígrafo en un estudio fotográfico, aunque terminó ejerciendo de ayudante del fotógrafo en plantilla (Lucien Chauffard), a quien sustituiría al marcharse éste.

Su primer encargo se lo hizo su tío: fotografiar los edificios y calles de Gentilly. Lo hizo con una cámara que le prestó su hermanastro. Y, con aquel sueldo, se compró una cámara Rolleiflex.

En 1931, con 19 años, gracias a aquel fotógrafo al que asistió y cuyo puesto consiguió al marcharse éste, encontró un trabajo de operador de cámara en el estudio del artista y diseñador André Vigneau, gracias al cual entró en contacto con las vanguardias artísticas de la época.

En 1932, con 20 años, publicó su primer reportaje fotográfico en el diario L’Excelsior, sobre el mercadillo de Saint-Ouen, que hoy día sigue siendo el mayor mercado de antigüedades del mundo.

«Con la osadía y la ignorancia del principiante hice un reportaje cuyo título ahora se presenta muy manido: ‘Le marché aux puces’ (el mercado de pulgas). Hice este reportaje con una cámara prestada muy diferente a las cámaras de hoy día. Había que enfocar curvando la mano como si cogieses una mosca para ver el objetivo. Y con esa misma osadía e ignorancia fotografiaba a los trileros (…) Me dejaron fotografiarlos. Fue mi primer reportaje publicado en un periódico. Estaba muy orgulloso. Compré todos los periódicos. Tardaron un poco en publicarlo. Luego le propuse otras ideas al señor De Weindel, el director del periódico. Así empecé a hacer fotos para la prensa».

En 1933, con 21 años, fue reclutado para realizar el servicio militar y por ello perdió su trabajo. 

El servicio militar paralizó sus proyectos. Se marchó durante un año a la cordillera de Los Vosgos y volvió más antimilitar que nunca.

Acabada la mili, cuando pudo volver al trabajo, el diseñador André Vigneau con quien había trabajado dos años antes ya se había pasado al cine y no le necesitaba como fotógrafo. Así que tuvo aceptar un trabajo que no le gustaba en absoluto.

Los años en Renault

Corría 1934, Robert Doisneau tenía 22 años, y gracias al fotógrafo para el que trabajó cinco años antes (Chauffard, a quien ayudaba y cuyo puesto ocupó al marchar éste) comenzó a trabajar en la empresa automovilística Renault, como fotógrafo industrial de la planta de Renault del barrio de París Boulogne-Billancourt.

Aceptó este trabajo a su pesar, en el que pasaría los siguientes cinco años de su vida, hasta 1939. De sus 22 a sus 27 años de edad. Fue la primera y única vez en su vida que trabajó como empleado.

«Louis Renault no tenía ningún sentido del humor. Era horrible (…) Me habría gustado retratar las huelgas de 1936, aquellos tejados con hombres que lanzaban cestas con cuerdas para que les subieran alimentos para poder continuar la huelga, pero como me conocían como uno de los tres fotógrafos del departamento de fotografía de Renault habrían pensado que era un soplón». Robert Doisneau odia todo esto: la libertad truncada, la cultura de la empresa, la humillación de los obreros. Robert Doisneau era el solitario rodeado de 30.000 asalariados. Era un gran hervidero en la ciudad. En aquella fábrica Robert Doisneau probó técnicas fotográficas diferentes y empezó a crear sus propios escenarios. Aprendió a desaparecer para fotografiar mejor.

Se paseaba por los talleres con un equipo fotográfico de 20 kilos formado por un fuelle, un trípode de madera y unas cuantas placas de vidrio.

En la fábrica de Renault fichaba cada mañana para fotografiar la vida diaria de los talleres, el trabajo de los operarios y la producción de los coches.

Cuando tenía 27 años, en 1939, le despidieron como fotógrafo de Renault «por llegar tarde», aunque él creía que aquél no era el motivo. Pensaba que había sido un despido buscado.

Afortunadamente, el año en que empezó en Renault, se 1934 se casó con su novia Pierrette Chaumaison, de su misma edad, con la que había empezado a salir hacía unos meses. Y en esta etapa se compraron juntos una casa-estudio en la Plaza Jules Ferry del barrio del sur de París Montrouge. Allí vivía y revelaba.

Fuera de la fábrica, en su casa estudio pasaba las noches concentrado en una técnica de fotografía a color: el carbro de Autotype. Las noches de trabajo le hacían olvidar la fábrica.

Con la indemnización del despido, compró su propio equipo para trabajar como fotógrafo independiente. Pero comenzó la II Guerra Mundial.

"Maldita guerra"

En 1939, año en que Renault despidió a Robert Doisneau tras cincos de trabajo, estalló la II Guerra Mundial.

Robert Doisneu hizo fotos de la «maldita guerra» que supuso el fin de la juventud y de la despreocupación. Se fue a París a buscar trabajo y, como no había, se lo inventaba.

Cogía la bici y recorría una París desierta para vender fotos de Napoleón en los inválidos. También hizo fotos de la ocupación, negándose a mostrar lo inefable. Fotografiaba un caballo en el suelo como metáfora del terror.

En aquel tiempo, conoció a Charles Rado, fundador de la primera agencia de fotoperiodismo francesa Rapho, nacida seis años antes, en 1933.

En aquel primer año de guerra, 1939, sufrió problemas pulmonares y fue ingresado dos veces.

En el segundo ingreso hospitalario decidió fingir que padecía tuberculosis para dejar de ser soldado. Dejó de comer y logró que el ejército francés le desmovilizara. Así en el segundo año de guerra ya no era soldado y pudo volver a su casa con su mujer y seguir ejerciendo como fotógrafo, inmortalizando la vida parisina bajo la ocupación alemana. Corría el año 1940.

Un año después, en el tercer año de guerra, en 1941, trabajó para la resistencia, falsificando documentos y alojando fugitivos.

En 1944, un año antes del fin de la II Guerra Mundial, fotografió la liberación de París.

La entrada del general Charles de Gaulle, líder del exilio de la Francia libre, por los Campos Elíseos el 25 de agosto de 1944 le abrieron las puertas como fotógrafo independiente.

El día de la liberación fue para él la vuelta real a la fotografía. «Vivió la propia liberación como fotógrafo», recuerdan sus hijas.

El renacimiento del autor

Acabada la guerra, el conserje del edificio familiar, Paul Barabé aka ‘Baba’, empezó a trabajar para Robert Doisneau de por vida. Le enseñó a revelar y él hacía todas las placas de contacto en el laboratorio, además de llevar las fotografías a los clientes por todo París. Baba aparece fotografiado como modelo en muchas fotografías de Doisneau, como un familiar más. «Uno de los juegos favoritos de mi abuelo era mostrar su universo», recuerdan sus nietas. Robert Doisneau utilizaba a su familia como modelos de los trabajos fotográficos que luego publicaba en anuncios, fotos de ilustración y revistas.

Unos meses después, en 1946 le contrataron en la agencia Rapho, a cuyo fundador había conocido hacía una década, cuando fue llamado a filas.

Rapho era una agencia de prensa joven donde pasaría el resto de su vida difundiendo sus fotografías y realizando encargos de reportajes. Los miembros de Rapho Raymond Grosset, Willy Ronis, Janine Niepce, Jean-Phillipe Charbonnier, Edouard Boubat y Sabine Weiss dieron forma a lo que se conocería como fotografía humanista, que prefiere la vida diaria de las personas en lugar de la búsqueda sistemática de la exclusiva. No impartían conferencias para exponer su enfoque ni establecían ninguna norma. Para ellos se trataba de un espíritu familiar y de una perspectiva compartida.

Con aquella agencia fotoperiodística colaboraría toda su vida, aunque Cartier-Bresson, padre del fotorreportaje, le pidió entrar en la agencia de fotografía internacional Magnum que acababa de fundar en 1947, con carácter de cooperativa. Tenía 35 años, y no aceptó. Ellos hacían viajes demasiado largos y «él no estaba hecho para esa clase de trabajo».

Ese mismo año (1947) obtuvo el Premio Kodak.

También se unió a la asociación ‘Les XV’, un colectivo dedicado a la fotografía artística, con el que hizo exposiciones hasta 1958.

Y en 1949, con 37 años, publicó el libro fotográfico ‘La banlieue de Paris’ (las afueras), un libro sobre los suburbios de la capital francesa.

Y empezó a fotografiar la vida nocturna del París de la época: bailes, jazz…

Fotografía pausada

En esta época de 1945 a 1950 Robert Doisneau paseaba por la ciudad desde el amanecer hasta el anochecer en busca de fotos y hacía sólo dos o tres cada día.

Pintor y escenógrafo, crea su propio escenario y capta el momento ideal en que todo se armoniza a la perfección, no para reflejar la realidad, sino para ofrecer la suya propia. Su subjetividad. Su perspectiva.

Robert Doisneau recorría París y los suburbios en todos los sentidos, pero sólo le gustaba una cosa: tomar atajos y tomarse todo el tiempo del mundo para hacer fotos.

«El momento de pulsar el botón es muy tenso. Uno siempre piensa: me va a salir mal, me va a salir bien. ‘Ya está, me ha salido mal’. O ‘qué buena’. El ritmo es muy acelerado».

«Primero llego al sitio que me ha gustado. Todo debe disponerse en el espacio, en armonía. Entonces defino un marco. Como si crease mi propio teatro. Por la derecha, así. Por la izquierda cortamos aquí. La parte superior aquí y la inferior aquí. Y a esperar. Esperar con una absurda e infundada ilusión. Luego la gente se pone delante y se hace la foto».

La serie de ‘Los amantes de París’ de Doisneau

Una de sus nietas cuenta cómo realizó su abuelo Robert Doisneau la famosa foto del beso.

«Trabajaba para la revista estadounidense LIFE cuando, en 1950, recibió el encargo de retratar el amor en París. En aquella época no era habitual que las parejas se besasen en la calle como hoy día, así que se vio obligado a contratar actores. Como si fuese un director de una película, acudió a la escuela de teatro Cours Simon y contrató a dos estudiantes para hacer de amantes en París. Para ellos no era un papel, pues se frecuentaban fuera del escenario. Posaron para Robert Doisneau por todo París: en la Madeleine, en la Concordia y en un autobús que les llevaba a la plaza del Chatêlet, muy cerca de BHV, una tienda muy conocida frente al Hotel de Ville. Encontró el ángulo delante del ayuntamiento. Los enamorados posan y un hombre con boina pasa por detrás. Ya está la fotografía. Se publicó el 12 de junio de 1950 entre otros muchos besos sin suscitar mayor interés, hasta que en los años 80 se propusieron hacer un cartel con ella. En cuanto se publicó, se convirtió en el símbolo no solo de una generación sino de un modo de pensar que recorrería el mundo: la París bohemia. París, la ciudad del amor».

Edad de oro de las revistas periódicas

En 1949, cuando tenía 37 años, le contrató la revista Vogue, con la que colaboró durante varios años.

Tres años después, en 1952, con 40 años cambió su cámara Rolleiflex por una cámara Leica, más pequeña y portátil.

En 1955 algunas de sus fotografías fueron incluidas en la exposición ‘Family of man’, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York ‘MoMa’.

En 1956 publicó ‘Instantáneas de París’ y se alzó como mejor fotógrafo francés menor de 45 años al ganar el premio Niépce Photógraphy Prize.

EE.UU. y Palm Springs

Al comenzar la década de 1960, Doisneau había hecho varios encargos internacionales, pero nunca había cruzado el Atlántico.

Fue entonces, cuando su amigo, el actor y violoncelista Maurice Baquet se encontraba de gira en Nueva York, le invitó a visitarle para trabajar en proyecto conjunto.

Una vez allí, su agencia le encargó un reportaje para la revista Fortune sobre la construcción de unos campos de Golf en Palm Springs, refugio de jubilados adinerados en el desierto de Colorado.

Redescubriendo París

La década de los sesenta la pasó fotografiando el viejo París y publicó un libro sobre la capital francesa en 1974.

En 1973, el director de cine François Porcile estrenó la película ‘Le Paris de Robert Doisneau’ con sus fotografías.

En las décadas de los 80 y 90 no pudo viajar como lo hizo en los años 70. Su mujer padecía Parkinson y tenía que cuidar de ella por lo que sus fotos de estos años son de las afueras de París.

Pero una reedición en póster de la fotografía del beso le volvió a dar popularidad y su nombre volvió a sonar por todo el mundo.

Última etapa y polémica entre tribunales y juicios

En 1988, cuando tenía 76 años, una pareja desconocida salió a la palestra diciendo que ellos eran los protagonistas de la famosa foto ‘El beso del Ayuntamiento’ tomada 38 años antes y, viendo que la foto le estaba reportando mucho dinero al fotógrafo, le exigían el equivalente a 82.000 euros en concepto de derechos de imagen.

Tuvo lugar un juicio y el fotógrafo, aportando toda una serie de fotos, pudo demostrar que no eran ellos y no tuvo que pagarles.

Pero el juicio fue muy mediático y la noticia llegó a los protagonistas reales de beso: Jacques Cartaud (ya sexagenario) y la ex actriz Françoise Bornet, que le demandaron en 1993. Ella le pedía 100.000 francos de indemnización por derechos de imagen.

Ella presentó una foto firmada como prueba. Y sí, era ella, pero Doisneau logró demostrar que ya le había pagado por posar para la foto en 1950, por lo que el juez desestimó los cargos.

Doisneau ganó ambos juicios, pero quedó al descubierto que la foto del beso estaba pactada, algo que él no había confesado nunca antes, si bien siempre recalcó que su intención era fotografiar el mundo, no como es, sino como a él le gustaría que fuera. Por ello, en aquel año 1950 de posguerra pidió a la pareja -eran novios- que se besara ante su cámara para su serie ‘Los amantes de París’.

Doisneau tenía 81 años y aquel juicio hizo mella en su salud, según han confesado sus hijas.

Murió el 1 de abril de 1994, a los 82 años, seis meses después de que falleciera su mujer, a la que cuidó hasta el último día.
Doisneau y su mujer están enterrados juntos en el cementerio del bosque de Rambouillet, en París.

Doisneau dejaba tras de sí más de 450.000 negativos que custodian sus dos hijas, Annette y Francine, en el mismo estudio que fue la vivienda familiar.

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