Juan Manuel Castro Prieto (Madrid, 1958) es uno de los mejores representantes de la generación de fotógrafos españoles surgida en los años ochenta que utiliza la fotografía para evidenciar la realidad oculta tras la aparente lógica de lo cotidiano.
Premio Nacional de Fotografía 2015 por su notable aportación a la fotografía española en su contenido y estética, Juan Manuel Castro Prieto ha innovado y transformado el lenguaje fotográfico tradicional, desde una perspectiva personal. Logra construir imágenes que exploran las huellas latentes de la memoria. Su obra subraya aspectos oníricos y literarios de la vida cotidiana y escenarios lejanos, creando un universo propio y original.
Además, Castro Prieto es y ha sido, posiblemente, el positivador e impresor mejor valorado por los principales fotógrafos y fotógrafas a la hora de interpretar sus negativos para conformar libros y exposiciones. Muchos Premios Nacionales de Fotografía, como Chema Madoz o García Rodero, se han puesto en sus manos para esta tarea.
Más recientemente, su labor por la fotografía ha destacado aún más como presidente de la Plataforma Centro de Fotografía e Imagen, que busca materializar uno de los grandes anhelos de la comunidad fotográfica española: conformar por fin un Centro Nacional de Fotografía.
En las imágenes de Juan Manuel Castro Prieto siempre hay misterio, inquietud y una belleza que no responde a lo evidente. Tras sus fotografías se esconde una sutil simbología que las vincula directamente con cuestiones recurrentes en el imaginario del autor, como son el nacimiento, la muerte, el sexo o la religión.
La memoria es el eje troncal de toda la obra de Castro Prieto. Aunque su trabajo esté acotado en proyectos muy distintos, todos conforman un diario visual de viajes, vivencias y recuerdos.
Juan Manuel Castro Prieto visita museos, registra la memoria de esa sociedad y fotografía todo aquello que puede desaparecer.
A nivel personal fotografía las huellas, los rastros y la devastación de su propia memoria: retrata el desmoronamiento de su memoria personal.
Juan Manuel Castro Prieto concibe la obra fotográfica de autor como una conjunción de fotografías que narran algo.
«Una fotografía sola es un adorno, una decoración. Una fotografía tiene que ir unida a otra y narrar algo. Una fotografía única es decorativa, para ponerla en algún lado y verla. La foto suelta es para mirarla y verla porque te gusta y te emociona. A mí me interesa el proyecto fotográfico», asevera.
Con una destreza técnica absoluta, propia de una época de oficios, Castro Prieto trabaja sus imágenes como un artesano, primero, y cómo un fotógrafo autor, después.
La dicotomía recurrente que suele hacerse entre artesanos, que buscan la perfección, y artistas, que buscan la expresión, se conjugan en un universo muy particular e íntimo en la obra de Castro Prieto.
Espacios, lugares y personas parecen posar por un instante para una cámara que los transporta desde la realidad más banal a un mundo mágico, invisible para la mayoría. Afortunados los que puedan verlo.
Juan Manuel Castro Prieto nació en Madrid en 1958 y pasaba los veranos en el pueblo de sus padres, Cespedosa de Tormes (Salamanca).
De niño esperaba impaciente la llegada de las vacaciones para volver a ver a su familia del pueblo, a correr por el campo, bañarse en el río mientras su madre lavaba la ropa, a intentar coger peces con las manos, cazar animalitos, a trillar en las eras…
Su abuelo Pablo sembrada cebada, centeno, algarrobas, garbanzos y mucho trigo. Y al joven Juan Manuel le tocaba subir al trillo que molía el cereal. Las calurosas tardes de verano, Castro Prieto evitaba la siesta fugándose por un pequeño ventanuco que había en la «tená» del ganado o pasaba ese tiempo tumbado encima del carro del abuelo, donde leía libros de Tarzán, Sandokán, Guillermo el proscrito, o tebeos de Tintín o de Astérix el galo, y su mente se abría a otros mundos y allí, confiesa, empezó a soñar.
«Soñaba que cuando creciera me compraría una cámara de fotos para llevarme a Madrid el brillo de la mica en las piedras, las bellotas entre las hojas de las encinas y las vacas en los prados» y fotografiar El Moralejo, Pramercado, El Toconal, Muñopepe, El Pilón Viejo, Las Huertas, El Güango y Los Corrales.
«Cuando fotografío a niños estoy trasladándoles, en alguna medida, mi propia infancia, mi propio «yo» cuando era niño. Reflexiono mucho sobre ese universo infantil en el que estuvimos rodeados de ángeles y demonios a la vez. Lo que te sucede cuando eres niño es importantísimo en tu evolución; el proceso de maduración es muy inquietante, y estás expuesto a encontrarte con personas que pueden ser nefastas para tu futuro».
El nombre del pueblo de sus padres, Cespedosa de Tormes, en Salamanca, es el nombre de su gran proyecto vital, al que ha dedicado más de 40 años ‘Cespedosa’ y que sigue abierto: es, según él, un proyecto río que se alimenta de otros proyectos.
Chema Conesa, comisario de la exposición ‘Cespedosa’, cuenta que este trabajo de Castro Prieto es un homenaje a sus ancestros.
«Castro Prieto se reconoce a sí mismo en sus orígenes, su familia, sus amores, sus dudas y sus tormentos».
Cespedosa, donde nacieron y vivieron los progenitores de Castro Prieto y donde el veraneó durante toda su juventud es también el lugar donde vuelve para encontrarse, su terreno, su territorio, el lugar de referencia de su entorno vital.
«Siempre vuelvo y siempre con la cámara, intentando atrapar la raíz de mis sueños. Fotografío a mis hijos y a los hijos de mis primos y me acuerdo de cuando yo también era un niño. Recorro los interiores de las casas de mi memoria y me parecen más pequeños que entonces. En los inviernos paseo por el campo, vuelvo a los lugares de mi infancia. Y los fotografío una y otra vez, obsesivamente. La luz invernal es más triste y me dejo inundar por la melancolía. Al llegar la noche ilumino los lugares con un foco y en la soledad sueño con otras realidades. Después regreso a casa de mis padres, mi casa», confiesa Castro Prieto.
Cespedosa está en toda su obra, si no en el contenido, sí en la plástica. «Cespedosa es un laboratorio de ideas donde yo ensayo», afirma el autor. ‘Los días noches’ comenzó en Cespedosa; ‘Perú viaje al sol’ se alimenta de las fotos de Cespedosa, ‘El color de Etiopía’ ya se encuentra en Cespedosa.
Catro Prieto descubre un espacio donde ensayar su encuentro con la fotografía y explora su memoria a través de la construcción de imágenes.
Su trabajo se reafirma con el paso del tiempo, y da lugar a todo un recorrido entorno a diferentes formas de fotografiar, una manera de fotografiar cuyo origen está en otros muchos trabajos y a la vez, núcleo reconocible y palpable basado en la manera de mirar de este artista.
Cespedosa trasciende la mera descripción fotográfica, va más allá del documentalismo al uso: actúa como lugar mágico para el autor donde da rienda suelta a sus ensoñaciones y sus pulsiones creativas.
Cespedosa se estructura cronológicamente y muestra la evolución de la obra de Castro Prieto a lo largo de cuatro décadas.
Castro Prieto estudió Ciencias Económicas en la Universidad de Alcalá de Henares (1975-1980).
En segundo de carrera, un compañero de clase le llevó al laboratorio de fotografía que tenía en su colegio mayor. Al descubrir el trabajo de relevado se dio cuenta de que no quería ser economista.
«La fotografía fue un flechazoy cada vez me fui aficionando más».
Acabó la carrera para dar el gusto a sus padres pero nunca ejerció de economista.
«Cuando termino la carrera todavía no he madurado como fotógrafo. No me planteo el trabajar en la fotografía. Lo que sí tengo claro es qué es lo que realmente me interesa, y no trabajar en lo que he estudiado. Comienzo a ganarme la vida como fotógrafo, pero dentro del Ministerio de Cultura, en el Museo Arqueológico Nacional«.
Trabajó durante tres años fotografiando objetos en el museo al que entró por oposición. «Empecé con mucha ilusión, pero me di cuenta que mi labor era simplemente reproducir objetos».
En 1984, se casó con su novia Aurora y tres años después nació su hijo Mario (1987) y cinco años más tarde nacería su hija Laura (1992).
FOTÓGRAFO AUTODIDACTA
«En cuanto a la parte técnica, creo que soy totalmente autodidacta. He aprendido a revelar a base de estropear infinitas fotos y copias, observando cómo otros fotógrafos resolvían las cosas, pero sin preguntarles, a través de la visualización de sus obras«, afirma.
En los años ochenta ingresó en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid «porque llega un momento en que necesito avanzar, entrar en contacto con otros fotógrafos, y me afilio a la RSF», donde estaban Gerardo Vielba, Gabriel Cualladó, Paco Gómez y Juan Dolcet, que le recibieron muy bien.
«Mis referencias eran los fotógrafos de la llamada Escuela de Madrid, y en concreto Gabriel Cualladó y Paco Gómez, a los que conocí en la Real Sociedad Fotográfica. Gabriel era muy intimista, tenemos esa característica en común, y coincidimos en los claroscuros. Pero también tengo ese punto de observación -o quisiera tenerlo- de Paco Gómez, la capacidad para percibir lo sorprendente en la cotidianidad, el halo que convierte los espacios habituales en extraños o irreales».
Poco después, Castro Prieto se unió a un grupo informal Paco Gavilán, Eduardo Dea, Santos Vicente, Julio López Saguar, Fernando Flores y Antonio Rascón «simplemente con ánimo de reunirnos y hablar de fotografía».
«Chambi nació en los Andes, en la montaña y llegó a ser uno de los grandes de la fotografía. Es un referente de esfuerzo. Caminaba una semana en mula muy cargado para fotografiar una ruinas. Admiro su motor interno, su pasión por la fotografía. Es un ejemplo a seguir».
Años después, Castro Prieto sería el encargado de ampliar en laboratorio las placas de Martín Chambi, que pretendía hacer en Madrid pero que finalmente realizó en Perú, pues los familiares de Chambi no le dejaron traerse a Madrid las placas, porque podrían romperse.
De vuelta en Madrid, en 1990, el entonces socio Mario Parralejo y Juan Manuel Castro Prieto abrieron en Madrid el laboratorio ‘A contraluz’ para hacer la exposición de Martín Chambi.
En un origen el afamado libro de fotografía ‘Perú, viaje al sol’ eran una serie de viajes recorriendo todo el país porque le apetecía viajar y retratar lugares mágicos y oníricos.
LITERATURA
Su amigo Publio López Mondéjar le abrió los ojos a Castro Prieto presentándole la literatura para alimentar su mirada y prestándole libros. Gracias a él, empezó a leer a literatos peruanos y se centró en el ser humano como lo más importante.
Se dio cuenta de que, más que los paisajes, le interesaban las personas.
«He pasado a profundizar más en las personas y menos en el paisaje, quizás porque ahora no estoy tan necesitado de esa liberación que me proporcionaba. Es mucho más complicado entrar en el mundo de los seres humanos. Ha sido como una cura de mis sentimientos«.
«Conforme voy leyendo e informándome, comienzo a asumir algo de su idiosincrasia y a comprender mejor el país, fundamentalmente en base a su literatura. También, a medida que voy conociendo a la gente, me percato de cómo es realmente su vida. Y hay ciertos autores que me afectan profundamente en cuanto a lo que tengo que contar. Es decir, me muestran determinadas realidades, y aprendo cómo tratarlas y a entender qué es lo que ocurre. Con esa base doy más espacio a mi imaginación. Lo que hago es recrear un poco esa realidad. No se trata de verdades absolutas sino de una transformación de lo leído, mezclado con la vivencia y con mi propia visión».
ESPEJOS Y VENTANAS
«La fotografía puede ser una ventana: ves a través de ella lo que esta ocurriendo, y lo registras con la cámara. Pero también puede ser un espejo, donde te reflejas, en lo que cuentas. Hay una parte de mi fotografía que es más espejo y otra más ventana, pero nunca es ventana del todo».
Y ahí su fotografía cambia de menos plástica a más humanista.
«Publio López Mondéjar me hace ver que el contexto del fotógrafo no es únicamente la fotografía, sino que también puede serlo la literatura. Es decir, que el fotógrafo no es sólo alguien que lleva una cámara, también tiene que saber en qué mundo se mueve y aprender a contarlo».
Gracias a la literatura, su mirada se vuelve más profunda al comprender mejor y conectar más con lo que está fotografiando.
«La literatura de viajes me ha influido mucho, a través de autores como Bruce Chatwin, Richard Burton, Norman Lewis o Javier Reverte pero también lo han hecho otros géneros. Para mí, el fotógrafo está más cerca de la literatura que de la plástica. Me veo más como alguien que cuenta una historia o narra una vivencia que como un artista».
Dejó de mirar a las ruinas precolombinas para mirar al ser humano. Corría 1995 cuando Castro Prieto desvió su mirada de los lugares y espacios de Perú para fotografiar a las personas de Perú.
ESTUDIO E INVESTIGACIÓN
«Pienso que una persona, para poder contar algo, tiene que haberse imbuido de ello. No todo puede ser generado por tu cabeza. Si no tienes vivencias propias debes alimentarte también con literatura, que te permite ver otras realidades».
‘En Perú, viaje al sol’ Castro Prieto no quiere documentar objetivamente cómo es Perú. Intenta plasmar emociones, sensaciones, vivencias… a modo de diario de viaje personal.
Hizo estas fotografías viajando en nueve ocasiones a Perú. Junto al libro, se inauguró una exposición en el Centro Cultural de la Villa en el año 2001.
En 2003, Juan Manuel Castro Prieto confiesa en una entrevista concedida a Alejandro Castellote que puede leerse en su libro ‘Extraños’ que «estoy obsesionado con la adolescencia».
A. C.: ¿Cómo vives la relación con el pasado?
C.P.: Sin duda es una búsqueda de mi memoria, pero no sólo de la memoria «verdadera», sino también de la soñada (…) Todos mis trabajos parten de una visión mitificadora que en ocasiones se convierte en obsesiva.
A.C: Tratas de soltar las obsesiones.
C.P.: Soltarlas o plasmarlas en mi fotografía. Por ejemplo, yo estoy obsesionado con la adolescencia, ese período importantísimo en el que suceden tantas cosas cruciales para el futuro. He tenido una infancia y una adolescencia bastante difíciles; como fueron duras, intento que afloren algunos de esos fantasmas del pasado.
Su hermana Herme le prestó su primera cámara. Era agosto de 1977 y un joven Castro Prieto de 19 años de edad realizó su primera fotografía: un retrato a su abuelo Isidoro.
«Cuando ya mayor redescubrí la fotografía, mi primer carrete lo tiré en Cespedosa, en la caseta de Los Corrales mientras fuera caía una tormenta de verano», recuerda.
Empezó a trabajar en color y en diapositiva.
Ya empezaba a fotografíar los temas que le interesaban, dándose vueltas a sí mismo. Estuvo dos años con aquella cámara hasta que se compró su propia cámara.
Empezó con aquello que a él le gusta llamar «buscarse a sí mismo», fotografiando lo que le gustaba y le producía emociones.
Busca la huella de la devastación y las claves de su memoria. Algo le interpela a fotografiar el lugar de su infancia: Cespedosa, por ser el origen de su obra y de su identidad.
Castro Prieto reconoce que su comienzo en la fotografía es Cespedosa, proyecto al que dedicará 40 años de su vida antes de conformar el fotolibro homónimo.
Confiesa volver a los sitios donde ya ha estado, en busca de la esencia que allí había dejado.
A diferencia de en ‘Perú, viaje al sol’, en ‘Extraños’, Castro Prieto gira la cámara hacia sí mismo.
Este trabajo intimista realizado durante tres décadas se alimenta de todos sus anteriores trabajos. Es una destilación de su archivo donde habla de inquietudes, obsesiones, miedos y espacio personal, bajo una estética oscura, densa y enigmática donde no deja claro lo que quiere contar, dejando incógnitas abiertas a la interpretación.
Son fotografías abiertas a modo de catársis. Utiliza un lenguaje metafórico simbólico. Lo que se ve no es lo que se quiere contar sino hacer aflorar recuerdos en el lector, intentando que se identifique en las imágenes. Quiere que el lector busque en su propia memoria al ver las fotografias.
Este trabajo es blanco y negro. «No lo imagino en color», afirma Castro Prieto. El grueso del trabajo está formado por fotografías cuadradas de 6×6, pero también hay fotografías 35mm de mi primera época, fotos hechas con la cámara de 20×25… e incluso fotografías hechas con el teléfono móvil.
En 2004 Castro Prieto viajó en compañía de una periodista de la revista alemana ‘Mare’ a la isla de Tanna, al norte del archipiélago melanesio de Vanuatu, para retratar estas fascinantes islas del Pacífico Sur y, fruto de aquel viaje, en 2006 publicó el libro de gran formato ‘Esperando al Cargo’ editado por La Isla, con diseño de Tropa, impresión de Brizzolis y texto de Dimitri Ladischensky que hoy día está descatalogado.
En el año 2006, Juan Manuel Castro Prieto publicó el libro ‘La seda rota‘, con fotografías realizadas en 2004 en el interior del piso de Los Madrazo en la calle Príncipe de Vergara número 8 de Madrid.
Esta vivienda pertenecía a la nieta del famoso pintor Federico de Madrazo y el piso albergaba uno de los conjuntos más importantes de pinturas de los Madrazo, así como multitud de vestigios y documentos de la histórica familia de pintores.
Sus descendientes María Teresa de Madrazo y de Madrazo, (hija única del pintor Luis de Madrazo Kuntz) y su esposo, Mario de Daza y Campos realizaron en 2006 una dación en pago de impuestos a la Comunidad de Madrid y en este impasse, antes del vaciado de la vivienda, Castro Prieto, cual arqueólogo, fotografió durante varias jornadas este piso con las piezas de arte en estado de transición.
En el momento en que Castro Prieto realizó estas fotos, en las paredes cuelgan tesoros milagrosamente preservados de especulaciones o desidias parte de la más gloriosa historia de la pintura y del arte españoles del siglo XIX.
Perfectamente conservadas en las estancias de esta vivienda Castro Prieto retrata las habitaciones con el rastro de uno de los conjuntos más importantes de pinturas de la familia Madrazo y cientos de vestigios y documentos valiosísimos para los estudiosos e historiadores y la huella de sus vidas.
Castro Prieto retrata un espacio ya deshabitado, con libros amontonados, papeles tirados, muebles con sedas desgarradas y paredes con cuadros, pero también con vacíos blancos. Muestran la mirada más íntima de quien es consciente estar documentando algo que ya no volverá a existir.
La Comunidad de Madrid le compró ocho de estas fotografías a Castro Prieto, que hoy forman parte de la Colección Madrazo.
«Un valioso testimonio documental de la colección que nos muestra cómo se hallaban las obras tras el desmantelamiento de la casa. Un singular reportaje que recrea la atmósfera de un espacio poblado con el recuerdo de sus habitantes», ensalza el gobierno regional madrileño.
En el año 2009, Juan Manuel Castro Prieto publicó el libro ‘Etiopía’, en el que por primera y última vez combina fotografía en color con fotografía en blanco y negro.
Esta obra es el resultado de cuatro viajes realizados entre los años 2002 y 2006 a Etiopía.
Los personajes que transitan por sus fotos muestran con dignidad la variedad social, cultural y religiosa de un país exótico y atemporal, permitiendo al autor mostrar una de las características de su obra, su interés por la naturaleza del ser humano.
El libro, publicado por Lunwerg, incluye texto de Alejandro Castellote, al igual que en Extraños, donde Castellote entrevista al autor.
En el año 2010 Castro Prieto publicó con BLUME ‘Cuando vuelva a tu lado’, en el marco del famoso seminario de fotografía y periodismo de Albarracín que dirige Gervasio Sánchez y que en esa época cada año escogía a un prestigioso fotógrafo que plasmase su perspectiva personal y fotográfica sobre esta población cuya vida cultural dinamiza la Fundación Santa María de Albarracín.
Este libro es un homenaje a la memoria al pueblo de Albarracín y de su gente y a la permanencia de ésta.
Paisajes, tradiciones, objetos que habitan los espacios y conservan el modo en que el tiempo los fue desgastando, testimonio y testigos.
Un libro de imágenes y textos en donde ambos registros dialogan guiados por un mismo objetivo sin la voluntad de ilustrarse el uno al otro, con texto de Antonio Ansón.
Los relatos que acompañan a las fotografías del autor quieren poner música a sus imágenes desde un topónimo imaginario. Estos personajes habitan en un espacio quimérico llamado Valcorza y narran sus recuerdos.
Tras la estancia creativa de Albarracín, también en 2010, Juan Manuel Castro Prieto publicó un libro producto de una residencia creativa.
Juan Manuel Castro Prieto fue el cuarto invitado de la colección ImageSingulières de la asociación CéTàVOIR dirigida por Christian Caujolle.
Su libro ‘Edén Sète #11’ incluye fotos de cámara de color 20×25 que nutre el retrato original y múltiple de Sète, que va tomando forma a lo largo de las residencias.
En el año 2011, Juan Manuel Castro Prieto publica con La Fábrica el libro ‘Martín Chambi – Perú – Castro Prieto’ en el que el fotógrafo español se mete en la piel del fotógrafo peruano que fue su gran referente para mirar donde él miró, sin mimetizar el estilo de Chambi, sino utilizando su propia y particular mirada.
Los espacios físicos son muy recurrentes en la obra de Juan Manuel Castro Prieto, que fotografía muchas estancias abandonadas sin personas, y con objetos que actúan a modo de túnel que conecta con el pasado (una caja, un mechón de pelo, un trofeo infantil, botones, monedas…). Objetos que permanecían tal y donde se ven en la imagen o que el propio Juan Manuel ha colocado a modo de bodegón.
La distancia que mantiene entre realidad y ficción es la misma que marca entre los espacios que refuerzan la memoria y la carga de subjetividad que aporta enmascarada entre las imágenes.
Castro Prieto explora los espacios cerrados que custodian vivencias del pasado y acerca al lector a la intimidad de sus moradores del pasado a través de las huellas y el rastro que dejaron en aquellas celdas que un día albergaron vida y secretos y que quien se enfrenta a la imagen imagina a través de los elementos simbólicos que Castro Prieto deja porque allí estaban naturalmente o coloca a modo de bodegón teatralizado.
Cuenta su amigo e investigador de su obra Vicen Hernández que «para acentuar el efecto del imparable paso del tiempo, Castro Prieto emplea virajes, investiga con los químicos fotográficos y con los negativos, dejando que el líquido revelador se alíe con el azar y actúe por su cuenta antes de fijarlo, dando lugar a unas imágenes y unos paisajes que conectan con una dimensión subjetiva, próxima a lo onírico y resuelta con una semántica muy cercana al lenguaje poético».
IMÁGENES CONGELADAS EN LA MEMORIA COLECTIVA
«Trata los exteriores como imágenes congeladas en el subconsciente colectivo, se revitalizan los escenarios ahora ya mitificados en la retina de cualquier destinatario. Es su modo de eternizar la apariencia«.
En febrero de 2024 la editorial Ediciones Anómalas de Montse Puig e Israel Ariño ha publicado el último libro de Juan Manuel Castro Prieto ‘Sucedió entre dos párpados’, donde el autor ofrece su visión particular de lo que le importa, le inquieta, le aterra, le enamora y le retorna al origen.
Castro Prieto presenta este libro en las Talks de Jardín Remoto del 13 de mayo de 2024, donde adelanta su próximo libro: ‘Caín’.
Juan Manuel Castro Prieto, que hasta la fecha había conseguido importantes premios como el César Vallejo (Perú, 2001), el Bartolomé Ros (PHE, 2002) o el que otorga la Comunidad de Madrid (2003), recibió el máximo premio de la fotografía española en 2015: el Premio Nacional de Fotografía.
El jurado, que estuvo presidido por el director general de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas Miguel Ángel Recio con la subdirectora general de Promoción de las Bellas Artes Begoña Torres como vicepresidenta, estuvo formado por la conservadora de fotografía del Instituto de Patrimonio Cultural de España Isabel Argerich Fernández; el fotógrafo, editor gráfico y comisario Chema Conesa; la directora del departamento de Cultura y exposiciones de Casa Asia Menene Gras Balaguer; el director de fotografía y productor José Luis López Linares y la comisaria independiente y crítica de arte Lorena Martínez de Corral.
El jurado reconoció “su notable aportación a la fotografía española en su contenido y estética” destacando que “Juan Manuel Castro Prieto
ha innovado y transformado el lenguaje fotográfico tradicional, desde una perspectiva
personal. Logra construir imágenes que exploran las huellas latentes de la memoria. Su obra subraya aspectos oníricos y literarios de la vida cotidiana y escenarios lejanos, creando un
universo propio y original».
Una de las luchas vitales de Castro Prieto es que se reconozca a la fotografía española en España y en el extranjero, que la fotografía se enseñe en las universidades, no como herramienta, sino como área de conocimiento propio.
El futuro Centro Nacional de Fotografía por el lucha Castro Prieto es una vieja aspiración tras la cual Castro Prieto lleva desde 2008, cuando el Ministerio de Cultura estuvo a punto de crearlo en el edificio Tabacalera, pero llegó la crisis y el siguiente gobierno tumbó la propuesta. En 2010 hubo un segundo intento, que también fracasó. Y en la actualidad Castro Prieto se encuentra en la plataforma que impulsa su creación en Soria a través de una red de nodos coordinados. Su aspiración es unir archivos fotográficos, ideas y proyectos en todo el estado español. Castro Prieto fue presidente de la Plataforma Centro Nacional de Fotografía desde su presentación pública en mayo de 2021 hasta que cedió el testigo a Sandra Maunac en 2023.
La Galería Blanca Berlín vende la obra fotográfica de Juan Manuel Castro Prieto. En la web de la galería y en la propia galería se encuentran fotografías de las series ‘Virados al sulfuro’, ‘Virados al oro’, ‘Venecia’, ‘Sueño de Piedra’, ‘Séte’, ‘Primeros años’, ‘Perú’, ‘México’, ‘La seda rota’, ‘India’, ‘Extraños’, ‘Etiopía’, ‘Esperando el cargo’, ‘Bodas de sangre’ y ‘Biutiful’ de Castro Prieto.