Henri Cartier-Bresson

Henri
Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson está considerado uno de los fotógrafos más influyentes de todos los tiempos. Testigo de la evolución del ser humano a lo largo de todo el siglo XX, con su cámara ha registrado la industrialización, la modernización de las ciudades, a las personalidades más importantes de su época, así como los conflictos políticos y sociales más revolucionarios de la historia reciente.

Es autor del libro ‘El momento decisivo‘, considerado hoy día como ‘la biblia’ de la fotografía de calle por muchos fotógrafos.

Además, fue uno de los fundadores de la agencia Magnum y uno de sus máximos representantes durante toda su vida.

También es conocido como el “ojo del siglo” por ser testigo clave de la historia y el máximo exponente de una manera de hacer fotografía, trabajando la escena y esperando a que la casualidad transforme la imagen de interesante a ‘irrepetible’.

Las claves

Aunque no fue el primero en deambular sin rumbo con una pequeña cámara por la gran ciudad, sí que fue el máximo exponente en dicha disciplina y la elevó al nivel de ‘canon’.

 

‘Flaneur’ en busca de la foto perfecta

La manera de fotografíar de los llamados ‘flaneur’, precursada por André Kertész y extendida a partir de las vanguardias, consistía en caminar kilómetros por la ciudad en busca de escenas inéditas propiciadas por la casualidad y para las que el fotógrafo debe averiguar la manera más interesante de resolverlas, según el punto de vista: distancia y perspectiva. Sin intervención alguna.

Mil pruebas y, con suerte, una foto

La metodología de Cartier-Bresson, a diferencia de otros métodos, consistía en ‘gastar’ carretes en aras de conseguir el fotograma perfecto, sabiendo que en la mayoría de las ocasiones, esto no se consigue. Los fotógrafos y fotógrafas que comparten esta filosofía, disparan miles de imágenes para conseguir unas pocas decenas de fotografías finales.

Composición áurea

Las fotografías de Cartier-Bresson son compositivamente perfectas. Producidas por un ojo experto, con conocimientos de pintura y armonía clásica, que son en su gran mayoría estampas incontestables en términos de compensación de los pesos visuales.

No intervención

Cartier-Bresson inició una escuela fundamentada en la observación sin intervención en la que, tanto la escena como la luz, debían permanecer lo más natural posibles, en un ejercicio de honestidad y en una muestra de destreza por parte de quién empuñara la cámara. Esta deontología ha sido heredada de forma natural por todas las primeras generaciones de Magnum y por las corrientes mayoritarias de lo que hoy se conoce como fotografía de calle o street photography.

Biografía de Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson, con huesos 1935 Foto: George Platt Lynes

Primeros años

Henri Cartier-Bresson nació en el seno de una familia burguesa el 22 de agosto de 1908 en la localidad francesa de Chanteloup en Brie, a 30 kilómetros de París, aunque se crió en París.

Su gran pasión infantil fue la pintura. Adornaba sus cartas con pequeños dibujos y llenaba sus cuadernos de bocetos.

«Siempre he sentido pasión por la pintura. Cuando era niño, pintaba los jueves y los domingos, y el resto de los días soñaba con pintar».

Sus padres eran dueños de una fábrica de hilos que querían que Henri dirigiera, pero él quería dedicarse a su gran pasión: la pintura.

«Cuando era joven me atraía la vida de aventuras y me horrorizaba la idea de trabajar en la empresa textil de mi familia. Siempre había soñado con pintar y mi padre dijo: «Está bien, de acuerdo». Se mostró muy comprensivo al no obligarme a entrar en la empresa».

A los 15 años se enamoró de la pintura, que conoció una década antes de la mano se su tío pintor, que a los 5 años le llevó a ver su estudio. Se enamoró de aquellos lienzos…

«La pintura me enseñó a ver. A los 15 años pintaba, estudiaba pintura y contemplaba cuadros».

A esa edad, 15 años, se compró su primera cámara: una Kodak Brownie Box, pero para él la cámara sólo era «una forma rápida de dibujar intuitivamente». Él seguía enfocado en la pintura…

Aquella primera cámara, la ‘Brownie Box’ fue también la primera cámara de grandes fotógrafos como Ansel Adams (se la regaló su padre en 1916, cuando tenía 14 años) o Vivian Maier (1949, con 23 años, como ha documentado su descubridor John Maloof).

Amor por la pintura

Sus cuadros más antiguos conservados son de cuando tenía 16 años (1924) y muestran una evidente influencia del pintor postimpresionista Paul Cézanne, cuya obra constituye el vínculo más poderoso y esencial entre los aspectos efímeros del Impresionismo y los movimientos más materialistas y artísticos del Fauvismo, el Cubismo, el Expresionismo e incluso la abstracción completa.

Hasta los 18 años pintó con regularidad junto a Jacques Émile Blanche y Jean Cottenet.

Con 18 años, sus padres querían que ingresara en la escuela de administración de empresas para poder llevar la gran empresa familiar, pero suspendió varias veces el bachillerato y le dejaron ingresar en una academia de dibujo, donde conoce a los surrealistas franceses.

A los 18 años sólo le dedicaba a la pintura

«Estudié pintura durante dos años (de los 19 a los 21) en la academia del pintor cubista André Lhote, que no era un gran pintor pero sí un importante profesor. Con él aprendí todo, con él y con Jean Renoir, el cineasta». (Fue ayudante de dirección de Jean Renoir en varias de sus películas)

En el taller de André Lhote, adquirió conocimientos de geometría y los cuadros que pintó de los 18 a los 20 años muestran una trabajada composición, con arreglo a la los principios de la proporción áurea (un número irracional,​ representado por la letra griega φ (phi), que en la naturaleza se puede encontrar en conchas marinas, pétalos de flores, conos de pino, cabezas de semillas… y que se ha seguido en algunos de los mejores cuadros de la historia.

Años después aplicaría esa proporción áurea que aplicaba a sus dibujos a algunas de sus mejores fotografías, como ésta, de 1950 (derecha-abajo).

Con la mayoría de edad se dejó absorber por el Surrealismo

Gracias a aquellos profesores y a su nivel social, a los 18 años pudo conocer a influyentes artistas, escritores, poetas y pintores como Gertrude Stein, Rene Crevel (escritor surrealista), Max Jacob (poeta), Salvador Dalí, Jean Cocteau o su amigo Max Ernest, cuyos collages simuló.

A los 18 años, en casa del pintor Jacques-Émile Blanche, conoció al escritor surrealista René Crevel, por el que empieza a frecuentar los círculos surrealistas.

Era muy tímido y joven como para tomar la palabra, pero asistía desde el último rincón de la mesa a las reuniones organizadas en torno al poeta antifascista André Breton en los cafés de la plaza Blanche.

André Breton había acuñado los ‘principios de la belleza convulsiva’, que se regían por la explosión fija y la explosión anti-fija, la erótica velada y la mágica circunstancial, que Bresson aplicaría en el futuro a sus fotografías.

De esos contactos conserva algunos motivos emblemáticos del imaginario surrealista: objetos empaquetados, cuerpos deformes, personajes durmiendo con los ojos cerrados… pero sobre todo absorbió la actitud surrealista: el subconsciente, el placer del deambular urbano y una cierta predisposición a abrazar el azar.

Él siempre dijo que estaba «marcado no por la pintura Surrealista, pero si por las concepciones del fundador del surrealismo André Breton, el cual me hizo comprender el papel de la expresión espontánea y de la intuición y, sobre todo, la actitud de rebelarse».

A sus 18 años su ideología era de izquierdas. Comunista. Pero hasta los 26 no se radicalizaría.

"La Fotografía es un medio de expresión artística como la música o la poesía pero además es un medio que nos permite dar testimonio"

- Henri Cartier-Bresson

La pintura por la fotografía

Bresson comenzó a revelar sus propias fotos a los 20 años. Pero todavía seguía más pendiente de la pintura.

A los 21 años, una fotografía le llamó especialmente la atención.

«La tomó el fotógrafo/periodista húngaro Martin Munkácsi en 1929 en el Lago Tanganika. Aparecen tres chavales lanzándose al agua a la carrera sobre una enorme ola en la playa. Todo es perfecto en ella: las relaciones, la composición, el movimiento. Me impactó mucho. Aparte de eso, la fotografía no ha sido mi principal influencia. Simplemente, pensé que la cámara era una forma rápida de dibujar intuitivamente».

Justo ese año (1929, con 21 años) estaba en África realizando el servicio militar. Le gustó y se quedó, como hacían otros amigos pintores como André Gide y Louis Ferdinant Celine. En aquella época sus amigos eran pintores, no fotógrafos y era costumbre pasar al menos una temporada en África.

A los 22 años la fotografía le ganó la batalla a la pintura

Ya era 1930 y tenía 22 años. Viajó a la costa de marfil, donde fue cazador. Pero lo más importante de aquella época es que empezó a hacer fotos y vivió su transición de pintor a fotógrafo.

Cambió la escopeta por una una Leica III con un Summitar 50mm f2. Y hacía uso de la hiperfocal marcando la lente.

Justo ese año 1930 se publicaba el libro ‘Atget, photographe de Paris’, del famoso fotógrafo-topógrafo documental que había fallecido tres años antes.

El trabajo de Eugene Atget hizo que se interesara por la fotografía. Le «impresionó».

En aquellos días fue cuando tomó las fotografías de la gente de Dieppe.

Él no «editaba» sus fotos

«La fotografía tal y como yo la concibo es un dibujo. Un croquis a mano alzada realizado con intuición y que no se puede corregir. Si se corrige es con la foto siguiente».

Y rechazó explícitamente usar el flash:

«Sobre todo nada de flash. El flash no es la iluminación de la vida. Jamás lo utilizo. No quiero utilizarlo. Quedémonos en lo real, quedémonos en lo auténtico. La autenticidad es la más grande de la virtudes de la fotografía».

Viaje a España

En 1933 viajó a España. Estuvo en Madrid, Valencia y Alicante y rodó por encargo del ‘Secours Populaire’ francés un documental propagandístico en favor de la República si bien nunca fue reconocido como cineasta.

El documental dirigido por Henri Cartier-Bresson se llamó L’Espagne vivra (España vivirá) y movilizó conciencias a favor de la República española.

Era a la vez una descripción de la presencia militar extranjera que vino a ayudar a la rebelión franquista, una denuncia de la política de no intervención, así como la puesta en valor del trabajo militante de los miembros del ‘Secours Populaire’ a favor de la España republicana. 

El documental se apoya en diversos fragmentos de documentos filmados, los documentales ‘La columna Durruti’ y ‘La mutilación de Barcelona’ así como del magacín de noticias obreras Magazine Populaire nº1.

Viaje a México y Nueva York

En 1934, con 26 años, viajó a México y vivió en DF varios meses. La mayoría de las personas con las que se relacionaba asiduamente estaban muy involucradas en la lucha revolucionaria.

En ese año 1934, en México sintió el deseo de realizar películas por su cuenta.

Allí conoció al fotógrafo mexicano Manuel Álvarez Bravo, junto al cual expuso en 1935. Tenía 27 años.

Esa muestra se expuso en la Levy Gallery de Nueva York junto a las fotos de Walker Evans, padre de la fotografía documental norteamericana, sólo cinco años mayor que él.

En ese año 1935, en EEUU, aprendió los rudimentos de la cámara de cine en una cooperativa de documentalistas muy influidos por las ideas, tanto políticas como estéticas, soviéticas y reunidos en torno al fotógrafo y cineasta norteamericano Paul Strand (padre de la fotografía directa) bajo la denominación de ‘Nykino’, (NY de Nueva York + kino, que significa cine en ruso) y realizó su primer cortometraje.

"Un amigo me dijo: tú no trabajas. Tú te entregas a un duro placer. La fotografía es un «duro placer». Creo que las cosas hay que hacerlas con pasión".

- Henri Cartier-Bresson

Días de Cine

En 1936, a su regreso a Francia procedente de México y EE.UU, estaba más radicalizado: participaba con regularidad en las actividades de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios (AEAR) y empezó a trabajar para la prensa comunista.

Durante ese año 1936 fue ayudante de dirección de su amigo el cineasta Jean Renoir en las películas ‘La vida es nuestra’ (1936) y ‘Una partida de campo’ (1936).

Jean Renoir fue uno de los cineastas que abrió el camino de la renovación del cine francés y europeo.

Se dice que antes de trabajar con Renoir lo intentó -sin éxito- como asistente de Georg Wilhelm Pabst y luego con Luis Buñuel.

Con Jean Renoir trabajaría desde ese año 1936, año del comienzo de la Guerra Civil española hasta 1939, año de comienzo de la II Guerra Mundial.

En 1937, a los 29 años, se casó con Ratna Mohini ‘Elie’, una bailarina indonesia, de Java, con la que compartiría 30 años de amor.

En 1938 volvió a ser el ayudante de dirección de su amigo el cineasta Jean Renoir en la película ‘La regla del juego’, que se estrenó en 1939. De esta película algunos críticos han dicho que se trata de la mejor película jamás hecha.

Tres años preso durante la II Guerra Mundial

En junio de 1940, con 32 años, era el responsable de fotografía en el ejército francés.

Fue hecho prisionero. Pasó casi tres años (35 meses) en un campo de prisioneros de guerra. Tras tres intentos, logró escapar en febrero del 43, con 35 años. Huyó a París y trabajó para la resistencia francesa.

Realizó fotos sobre la ocupación y retirada alemanas.

En 1945, año final de la guerra, dirigió, para la oficina de información bélica de Estados Unidos, el documental ‘Le retour’ (El retorno).

En 1946 viajó a NY para preparar su primera exposición en el MoMA, a principio de 1947, momento en el que empieza a colaborar con la revista Harper`s Bazaar.

Nace Magnum

En mayo del 47 funda Magnum, la primera agencia de fotografía cooperativista, donde los fotógrafos mantienen los derechos de sus fotografías y deciden por sí mismos adónde viajan.

Así, se reparten el mundo entre ellos: Robert Capa y Chim Seymour (Europa), George Rodger (África y Oriente medio) y Cartier-Bresson (Asia).

Cuatro años fotografiando Asia

Dicho y hecho: en agosto del 47 abandonó Nueva York rumbo a Asia.

Su primer destino fue la India. Allí, seis meses después de llegar pudo fotografiar las últimas horas de vida de Gandhi, antes de ser asesinado en enero del 48 y pudo documentar su funeral.

China 1948 y 1949

Después viaja a Birmania, donde recibe el encargo de ir China para cubrir un reportaje para Life: registrar los últimos días del Kuomingtang (el partido Nacionalista chino que tuvo que refugiarse en Taiwán).

En octubre del 49, fotografió la independencia de Indonesia.

Después Sumatra, Bali, Singapur, Malasia y Ceilán (hoy Sri Lanka) y volvió al sur de India en marzo de 1950, antes de regresar a Francia a través de Pakistán, Irán, Iraq, Siria y Líbano, con un rodeo por Egipto.

Todo, gracias y a través de la agencia Magnum.

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El ‘momento decisivo’

En 1952 publica ‘Images à la sauvette’, (imágenes a la carrera) ‘El Momento decisivo’, con una cubierta diseñada por Henri Matisse.

El momento decisivo lo puede ser por razones diversas:

· Por suceso: El/los protagonistas realizan o sufren una acción remarcable, memorable, noticiable o casual.

· Por geometría/composición: Los elemento se disponen y alinean cual astro en el firmamento.

· Mensaje: la imagen transmite una idea o sirve como ejemplo para transmitir una idea, una emoción o un mensaje.

Ese año comenzó a fotografiar el río Sena. Lo haría durante los siguientes tres años.

Viaje a la URSS

En Verano del 1954 (tenía 46 años), se convierte en el primer fotógrafo en (desde el 47) en fotografiar la Unión Soviética.

Se dice que Magnum cobró a Life una pequeña fortuna por esas imágenes.

A finales de la década de los 50 y a lo largo de los 60 se sucedieron las exposiciones, los libros y los encargos internacionales. La más notable, la de París en 1955. En 1955 fue el primer fotógrafo en exponer en el Louvre.

Pero la aventura terminó ahí.

Los últimos años

En 1967, a los 59 años, se divorció de su mujer ‘Eli’, tras 30 años de matrimonio y tres años después, en 1970 se casó con la joven fotógrafa Martine Franck, treinta años más joven.

En 1972, con 64 años, tuvo a su primera y única hija: Melanie.

La paternidad le quitó las ganas de viajar.

En esa época de los 70 ya no quería recibir encargos de reportajes y cada vez estaba más descontento con la agencia que fundó: Magnum.

Consideraba que Magnum se estaba alejando cada día más del espíritu que motivó su creación, por lo que se retiró de los asuntos de la agencia en 1974, a los 66 años.

Y se dedicó a organizar sus archivos, vender sus revelados y hacer libros y exposiciones.

Pintaba, dibujaba y hacía fotos de paisajes y retratos con su Leica.

«Jamás he abandonado Leica. Todos mis intentos por probar otras cosas siempre me han hecho volver a ella. Para mí es la cámara, constituye literalmente la prolongación óptica de mi ojo».

«Un Elmar 50mm, un angular 35 mm y el 85mm. Esas son mis herramientas, junto con el más reciente de todos un 1,5 para la noche.

«Cuando me paseo con mi Leica, la llevo siempre ajustada entre f11 y f8 a 1/100 de segundo. Es una buena medida, una aproximación. En cuanto a la distancia, la ajusto a unos tres metros. Porque nunca sabes cuándo vas a tener una foto y tienes que estar preparado para los imprevistos».

«Uno tiene que sentirse muy cómodo con su cámara. Creo que no se pueden hacer buenas fotos teniendo una meta muy precisa en mente. La estilización, por ejemplo, es el triste resultado de una aproximación sistemática de la composición, en lugar de la intuición. El único arte verdadero reside en la humanidad de tu reflexión, en la mirada y en la coincidencia de encontrarte en determinado lugar y determinado momento, y no en tu manera de componer».

Murió el 3 de agosto de 2004, a los 96 años.