El retratista Edward Sheriff Curtis (1868-1952) está considerado el primer fotógrafo en emprender un gran proyecto fotográfico planificado y a gran escala, al que dedicó tres décadas de su vida.
Curtis documentó a través de la imagen, la palabra y los sonidos, la vida y costumbres de las 80 tribus nativas americanas localizadas en los territorios actuales de EEUU y Canadá, consciente de su futura desaparición.
Durante 30 años fotografió, dibujó, transcribió todas las tradiciones, leyes, costumbres, canciones, ritos y artes de las diferentes tribus: y lo hizo mediante técnicas y tecnologías decimonónicas, aportando al proyecto todos sus medios materiales y emocionales y siendo muy consciente en todo momento de que capitaneaba una empresa compleja y decisiva.
En sus fotografías se puede ver a los indígenas posando con sus caballos solitarios en una pradera o mirando a cámara con semblante de jefe ataviado con un tocado de plumas, lo que también ha despertado polémicas por su punto de vista claramente racial y colonialista.
Con todo, Curtis aprendió sus lenguas, estudió sus modos de vida y sus costumbres, su historia y sus leyendas e incluso consiguió ser aceptado hasta el punto de ser apodado como ‘el cazador de sombras’.
Su legado, que le costó todo en la vida (negocio, dinero, salud y familia) es una obra inabarcable en forma de una gran enciclopedia como testigo de las que fueron las últimas tribus antes de su desaparición por el colonialismo.
Hasta que Edward Sheriff Curtis comenzó su empresa de dar testimonio fotográfico de la tradición de los nativos en Norteamérica sólo existía la tradición oral de estas tribus. Gracias a su dedicación durante tres décadas, la tradición de los indígenas de Estados Unidos y Canadá de principios del siglo XX pervivirá a través de la imagen, los sonidos y los textos en los 20 tomos de la gran enciclopedia que guarda las vidas y leyendas de los «últimos indios americanos».
Como retratista de estudio profesional claramente pictorialista, para sus primeras fotografías, dirigió y orquestó a sus modelos para que reprodujeran batallas y que representaran ceremonias, e intentó eliminar todos los signos de adaptación a la cultura del hombre blanco, retocando en el estudio algunos de los negativos si se había colado algún elemento ajeno a la cultura india.
Sus modelos, que en su mayoría habitaban en reservas, posaban serios, estoicos y contemplativos, como si quisieran retener el pasado, esa vida al parecer sin preocupaciones y esa espiritualidad de la que les habían privado los blancos, y subrayando en parte el estereotipo de nativo americano que después ha sido replicado cientos de veces por el cine estadounidense.
Con el paso de los años, el fotógrafo Edward Sheriff Curtis se convirtió en etnógrafo y las recreaciones de las batallas y los posados se impregnaron de su profundo interés en su lenguaje, organización social y política, el entorno geográfico, el hábitat, la vestimenta, la adquisición y la preparación de la comida, pesos y medidas, las tradiciones religiosas, así como rituales y ceremonias en el nacimiento, el matrimonio y la muerte, además de juegos, música y bailes.
Como las tribus norteamericanas no poseían documentos escritos, Curtis concedió especial atención a la tradición oral. Estudió las biografías de los más importantes jefes, guerreros, hechiceros y sacerdotes. Con la ayuda de uno de los primeros aparatos de cilindro de cera Edison, grabó música, que transcribió a notas y partituras.
Gracias a sus registros, muchos de los estudiosos de la cultura indígena pueden acceder a documentos sin parangón en la historia del arte documental.
En un intento de hacer llegar al mundo que los indios de su época seguían siendo como los de las generaciones anteriores, Edward Sheriff Curtis ‘orquestaba’ las sesiones de fotografía eliminando de la escena cualquier elemento que pudiera denotar el contacto de estos indios con los occidentales. Por ejemplo, ocultaba que hacían uso de relojes de mano. O les hacía teatralizar costumbres que ya no tenían lugar, tales como peleas o batallas. Lo hizo tanto ante su cámara de fotos como ante la cámara de cine con la que rodó su película ‘En el país de los cazadores de cabezas’ sobre la vida de los indios en la costa noroeste del Pacífico en el año 1914.
Las fotografías delos nativos americanos de Edward Sheriff Curtis ¿son documentos objetivos? Sus fotos, con su aspecto mágico, ¿son realmente el eco de una época en la que el hombre y la naturaleza aún vivían en armonía? Curtis intentó plasmar, en textos e imágenes, los testimonios de una cultura que creía inmediatamente amenazada por la desaparición.
El fotógrafo siguió un planteamiento humanístico y social pero con técnicas pictóricas de salón. Sus retratos abrieron ventanas a un rostro preciosista de los habitantes primitivos del continente americano. Son fotografías que se nos han grabado en la memoria, retratos de indios que expresan energía y dignidad, imágenes que documentan una gran variedad cultural, que expresan los valores universales de la familia, de la tribu y de la nación, mientras contribuyen por otra parte a la idealización colonialista del «noble y estoico indio salvaje».
Edward Sheriff Curtis nació el 16 de febrero de 1868 en una granja de Cola Springs, Jefferson County, en Whitewater (Wisconsin). Era el segundo de los cuatro hijos del predicador Johnson Curtis, inválido desde la guerra, y su esposa Ellen Sheriff Curtis. Su familia era sencilla.
Edward S. Curtis sólo fue a la escuela sólo durante seis años. Su padre era inválido y Edward le acompañaba en sus largos viajes que realizaba para atender a su comunidad, a lomos de un caballo durante varios días por la pradera. Fue así como el futuro fotógrafo empezó a disfrutar de la vida al aire libre
En 1885, a los 17 años de edad, habiendo aprendido de modo autodidacta los rudimentos de la profesión de fotógrafo, trabajó como aprendiz de fotografía en un estudio de St. Paul (Minnesota).
En 1887, a los 19 años de edad, Edward y su familia se instalaron en Sidney, en el estado de Washington, donde su padre falleció en 1888, cuando Edward tenía 20 años.
Después de la prematura muerte de su padre, la familia se estableció en Seattle, en el estado de Washington, donde el joven Curtis, después de varios intentos, abrió un estudio fotográfico que no tardaría en crecer. Este estudio, especializado en retrato, en el que se retrataron personalidades como la bailarina rusa Anna Pawlowa (1881-1931) y el Premio Nobel de Literatura Rabindranath Tagore (1861-1941), se convirtió en un negocio floreciente.
En 1892, a los 24 años de edad Edward S. Curtis se convirtió en asociado del estudio fotográfico de Rasmus Rothi en Seattle (Washington) y se casó con Clara Phillips. Varios miembros de las familias Curtis y Phillips trabajaron en la empresa fotográfica.
Al año siguiente, en 1893, con 25 años, Curtis se asoció al estudio de Thomas Guptil y los siguientes años 1895 y 1896, a sus 27 y 28 años de edad, Curtis hizo sus primeros retratos de indios en el estuario de Puget y en la reserva de Tulahip y en las cimas del cercano Monte Rainier, terreno que conocía muy bien, pues trabajaba también de guía.
Era un apasionado montañero y entusiasta del Monte Rainier. el monte de Seattle.
Además de retratos, fotografiaba el paisaje y las cadenas montañosas del noroeste, como las Cascades y Olympic Ranges.
En 1897, a los 29 años de edad, el fotógrafo Edward Curtis se estableció por su cuenta llamando a su empresa ‘Edward S. Curtis, Photographer and Photoengraver’, aunque pronto dejó el grabado.
Curtis se convirtió en el fotógrafo más conocido de la sociedad de Seattle y gozaba de fama nacional como retratista.
En 1898, a los 30 años de edad, casualmente se encontró con un grupo de científicos que se habían perdido y a los que llevó a un lugar seguro. Aquel encuentro casual cambiaría su vida de manera radical, pues al año siguiente le proporcionaron un encargo muy interesante: acompañar, en condición de fotógrafo oficial, la expedición del magnate del ferrocarril Edward Harriman a Alaska de 1899.
Durante aquel viaje, Curtis conoció a algunos científicos norteamericanos muy prestigiosos, que le permitieron formarse una idea de las bases del trabajo científico. Entre los participantes se encontraba el etnógrafo y experto en indios George Bird Grinnell (1849-1938), a quien Curtis acompañó, en 1900, a Montana, donde tuvo la oportunidad de vivir entre indios y de fotografiarlos, todavía sin saber mucho sobre ellos y con los prejuicios del hombre blanco, pero con un grandísimo interés sobre las tribus.
Fue entonces cuando decidió recoger las tradiciones orales de las tribus, sus leyendas e historias y plasmar las biografías de los jefes y guerreros más célebres. Empezó a estudiar sus lenguas y a registrar sus cantos para transcribirlos a notas.
Su asistencia a la danza del sol de las tribus Sangres, Pies Negros y Algonquin en Browning (Montana) se convirtió en una segunda experiencia clave, después de su participación en la expedición de Harriman.
Para sus primeras fotografías, pidió a los indios que reprodujeran batallas famosas y que representaran ceremonias e intentó eliminar todos los signos de adaptación a la cultura del hombre blanco.
Según la historiadora Marie-Loup Sougez, sus fotografías se publicaron en los periódicos de la época para denunciar la continua exterminación a la que se sometía a las tribus indias.
En 1903, a los 35 años de edad, Edward Sheriff Curtis comenzó a recolectar fondos para financiar su proyecto de investigación, que tituló ‘The North American Indian’. Visitaba las tribus indias y impartía conferencias por Estados Unidos.
Al año siguiente, en 1904, con 36 años de edad, Curtis retrató al presidente Theodore Roosevelt, que pasó a ser un gran defensor del proyecto.
Y en 1906, a los 38 años de edad, Curtis logró la subvención del John Prerpont Morgan, industrial, financiero y filántropo de Nueva York, fundamental para su gran proyecto: la enciclopedia de los indios.
En 1907, con 39 años, gracias a la mencionada financiación recibida por Morgan, Edward Curtis Sheriff pudo publicar el primer volumen de la que sería la gran enciclopedia sobre los indios ‘North American Indian’ que llegó a tener 20 tomos pese a los problemas económicos, sus bajas ventas y la guerra.
La enciclopedia ‘The North American Indian’, que Curtis pudo realizar gracias a la ayuda de sus 17 colaboradores con los que visitó numerosas tribus, desde la frontera con México hasta el Estrecho de Bering y desde la costa del Pacífico hasta el Mississippi, se publicó entre los años 1907 y 1930. Constaba de 20 tomos, con amplios textos y más de 2.200 fotograbados, su tirada era muy reducida y costaba 3.000 dólares.
La enciclopedia registraba todas las tribus indias de toda la América al norte, de la frontera mexicana y del oeste del Mississippi, con lo que no sólo es una de las publicaciones históricas más importantes que existen sobre los indios, sino también uno de los libros más bellos del mundo, encuadernada en piel y con cantos de oro, perfectamente impresa en papel de alto gramaje.
Cada uno de los 20 volúmenes de texto era una unidad en sí mismo, ilustrado con unas 75 planchas de 14 x 19 cm y en ocasiones con gráficos y mapas y estaba dedicado a una tribu o a una serie de tribus topográficamente vecinas o étnicamente emparentadas.
Cada uno de los volúmenes iba acompañado de una carpeta tamaño folio, que constaba por regia general de 36 grandes grabados de aproximadamente 30 x 40 cm.
Los fotograbados salieron al comercio también como separata.
Mientras seguía inmerso en la enciclopedia, en 1914, a los 46 años de edad, rodó la película ‘In the Land of the Headhunters’ (En el país de los cazadores de cabezas), un filme mudo sobre la vida de los indios en la costa noroeste.
La película influyó en el trabajo de directores más jóvenes con inquietudes etnográficas, como Robert Flaherty y le abrió el camino para ganarse la vida en los años siguientes haciendo trabajos de fotofija para películas y trabajando como director de fotografía en los estudios de Hollywood, en Los Ángeles, adonde se mudó en 1920 coincidiendo con su divorcio.
Mientras, Curtis seguía trabajando en la enciclopedia ‘The North American Indian’. En 1928, con 60 años de edad, después de un viaje lleno de vicisitudes al Ártico, Curtis concluyó los trabajos de exploración para la enciclopedia que en 1930, a sus 62 años edad, concluyó con la publicación de su volumen número 20.
Tras la publicación en 1930, a sus 62 años de edad, del volumen XX, el último de The North American Indian, poco después, Curtis se retiró.
Siguió trabajando algunos años en un libro titulado ‘The Lure of Gold’ (El señuelo del oro). que nunca llegó a ver la luz.
Con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Edward Sheriff Curtis, sus descendientes protagonizan el documental ‘Curtis regresa a Seattle: redescubriendo a Edward S. Curtis y la cultura nativa americana’, dirigido por el cineasta Vaun Raymond para recordar la figura del fotógrafo de los indios y recorrer los lugares que visitó y descrubrir a las tribus a las que estudió y retrató. Este largometraje documental incluye escenas con el autor Tim Egan, así como grabaciones de sonido recientemente descubiertas de los hijos de Curtis, que comparten relatos en primera persona de la vida en el campo con su padre.
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