La Premio Nacional de Fotografía Isabel Muñoz expone ‘Bailemos’ en el Centro Niemeyer
La Premio Nacional de Fotografía en 2016 Isabel Muñoz protagoniza la exposición que puede verse hasta el 15 de octubre de 2023 en la Plaza del Centro Niemeyer de Avilés (Asturias), un espacio al aire libre, «una gran plaza abierta a todos los hombres y mujeres del mundo, como un gran palco de teatro sobre la ría y la ciudad vieja», en palabras de Oskar Niemeyer. A través de una veintena de instantáneas fijadas en las diferentes paredes de la Plaza, la artista barcelonesa retrata con detalle el arte del baile a través de numerosos cuerpos en acción. La muestra está comisariada por crítica de arte y comisaria independiente Rosa Olivares.
'Bailemos' de Isabel Muñoz
Para bailar hacen falta dos cosas: cuerpo y música. Vale cualquier cuerpo, y vale cualquier música. Y en esa ecuación de arte que supone el baile, ha profundizado el objetivo de la reputada fotógrafa Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) para concebir la exposición “ Isabel Mñoz. ¡Bailemos!”.
Un viaje a través de una veintena de instantáneas que hacen de la Plaza del Centro Niemeyer un enorme salón de baile con cuerpos en acción mostrados por medio de imágenes a diferentes tamaños colgadas en lonas por las paredes exteriores del espacio cultural de la ría.
Fotografías colgadas en el silencio, estáticas, esperando que suene la música para saltar al suelo y empezar a moverse y a disfrutar. Isabel pone la imagen, y el público tiene que poner la música. Los cuerpos los pondremos todos. Bailemos siempre, nos va la vida en ello.
Isabel Muñoz y el baile
La fotógrafa Isabel Muñoz lleva décadas fotografiando los cuerpos y el baile.
En 1988 empezó a trabajar en su famosa serie ‘Tango’, que expuso en 1989 en la sala Spectrum de Zaragoza. En ese año 1989 tres mujeres fotógrafas exponían en Madrid (Cristina García Rodero, Christine Spengler y ella y la prensa -el diario ABC- tituló «Tres mujeres frente al mundo, el demonio y la carne».
Para Tango, baile de seducción «machista, en la que el hombre manda con las manos» a su parecer que practicaban sus padres y que le encandilaba, hizo fotos en España y Argentina, país al que fue de la mano de su amiga Chantal Cottard. En Buenos Aires fotografió a bailarines en viejos burdeles y populares cafés de la periferia de ambiente «barriobajero» en los que las mujeres pagaban 10 y los hombres 100 y no se hablaba y todo era cintura y arrebato.
Son lugares en los que sólo se va a bailar y está prohibido hacer fotos, pero ella fue a fotografiar y fotografió pedazos de cuerpos, fracciones. El rostro nunca se veía.
Periódicos y revistas comenzaron a ensalzarla. De ella decían que fotografiaba la textura del deseo, alquimia, sutileza de técnica y tonos, ‘Todo lo que necesitas es amor’…
En el año 2000 viajó a Brasil en busca de bailarines de Capoeira.
En 2001 regresó a Cuba a retratar la danza cubana.
Y en sus fotografías siempre ha estado el anhelo de la danza japonesa del butō (abanico de técnicas de danza creadas en 1950 por Kazuo Ōno y Tatsumi Hijikata). Usó esta inspiración con el agua como elemento artístico para denunciar el cambio climático.Fotografió plásticos debajo del agua, que parecían medusas y recogió los movimientos de una danza acuática interpretada por una submarinista japonesa.
25 años de espera para fotografiar el baile prohibido
Para poder fotografiar el butō, Isabel Muñoz tuvo que esperar 25 años.
«Desde muy pequeña, siendo niña, ya soñaba con la cultura japonesa. A principios de la década de 1990, hice una exposición allí e intenté fotografiar ese Japón secreto, que existe y que no es el de Lost In Translation o el de otras miradas a las que nos hemos acostumbrado. Y de pronto, gracias a una exposición comisariada por François Cheval para el festival internacional Kyotographie festival internacional Kyotographie se me abre esa puerta. He tenido que esperar 25 años para que se me abriese, porque era mujer y joven, por lo que me impidieron el acceso a ese mundo que tanto me había interesado en un principio, que era contar Japón a través de la danza butō».
Isabel Muñoz cuenta que tras la II Guerra Mundial, los japoneses, que nunca habían sido vencidos, tuvieron que aceptar que su emperador, que era un dios fuera suprimido. Tuvieron que integrar el dolor de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Y en ese momento comenzaron a a bailar y romper todas las reglas. Bailaban desnudos en un país tan tradicional y con los cuerpos cubiertos de ceniza. Rompieron con todos los movimientos tradicionales del nō, que era una corriente escénica de estilo muy formal. En el butō se mostraba por primera vez la homosexualidad en un escenario. Incluso se atrevían a ponerle músicas occidentales a esas danzas, autores como Händel. Empezaron a canalizar todo el dolor de su pueblo bailando, con ideas muy presentes como la muerte y la vuelta al seno materno.
«Yo nunca acepto un no por respuesta en los proyectos que me apasionan, siempre sigo luchando porque pienso que las cosas pueden cambiar, ya sea por el destino o por lo que quiera que sea. Sabía que algún día llegaría esta oportunidad y que poquito a poco me iban a ir abriendo esos jardines secretos, como yo los llamo; y me alegro de haber esperado porque mi visión de hace 25 años no era la que tengo ahora, por todo lo que la vida me ha enseñado. Así que lo que me planteo hoy es cómo quiero contar Japón, por eso para esta exposición decidí empezar por el principio de todo, la Creación, y trabajarla a través de su mitología, desde el agua (porque somos agua) y con bailarines de butō. Bueno, empecé pensando que eran bailarines, hasta que me di cuenta de que el butō había utilizado el baile pero en realidad era un movimiento sociopolítico que iniciaron figuras como Kazuo Ōno, Tatsumi Hijikata y Yukio Mishima, artistas e intelectuales de mitad del siglo XX».
En sus últimos trabajos, Isabel Muñoz, fotografía bajo el agua buscando esa sensación de ingravidez.
«Yo iba buscando a Amaterasu, que es la diosa de la luz, pero la quería debajo del agua, y así hace cinco años conocí a esta especialista en apnea, Ai Futaki, que es uno de los regalos que me dio Japón. Ella, que tiene dos récords Guinness en esa modalidad de buceo libre, tiene una relación con el mundo marino que es alucinante. En cuanto se mete en el agua vienen los peces, los grandes mamíferos, a ella. Y luego en esta pieza también está Yun, otro bailarín de butō maravilloso. La música la hizo Jorge Santiago y se basa en una especie de letanías grabadas por monjes sintoístas en sánscrito, que tienen como fin traer la luz. La idea que hay detrás de todo esto es que cuando estás debajo del agua, tienes una gran sensación de ingravidez, y muchas veces no sabes si estás volando o si lo que estás viendo es el firmamento. ¿Qué somos? No somos nada. Es un paisaje muy ambiguo y muy etéreo que me interesa, y de ahí viene esa pieza que, de alguna forma, parece emerger de nuestra Historia, que está reflejada en la parte de abajo de este museo, como te decía. Empecé queriendo hablar de la luz para terminar con cierta oscuridad».
Información sobre la exposición 'Bailemos' en Avilés
Al ser una exposición al aire libre, la exposición puede visitarse con acceso libre y gratuito de lunes a domingo de 08.00 a 00.00 horas.
La muestra se inauguró el 13 de julio, con la presencia de la artista Isabel Muñoz y de la comisaria de Fotografía, Rosa Olivares.
Podrá verse hasta el 15 de octubre de 2023.
Quien se acerque a visitar esta muestra podrá disfrutar también de las exposiciones que el Niemeyer alberga en su interior: Erwin Olaf (recientemente fallecido el 20 de septiembre de 2023) en la Sala de Fotografía y Eduardo Úrculo -pintura y escultura- en la Cúpula.