Ernest Andrei Friedmann ‘Robert Capa‘ (1913-1954) es posiblemente el fotógrafo más famoso de la historia, gracias a la forma con la que replanteó el reporterismo de guerra, con cámaras pequeñas que le permitían llegar donde no se había llegado antes y jugándose la vida para conseguir imágenes de los principales conflictos del siglo XX que darían la vuelta al mundo.

No en vano, es el dueño del corpus más importante de fotografía de acción en situaciones bélicas de la historia de la fotografía.

Fue uno de los fundadores de la meca de la fotografía documental, la agencia Magnum, vivió una vida apasionante y fue testigo de los conflictos bélicos y sociales más importantes del siglo XX.

Las claves

Durante las guerras anteriores a la española, las fotografías se tomadas en grandes cámaras de placas sostenidas por trípodes, lo que obligaba a captar instantes desde la distancia, normalemente al final de las batallas.

Pequeñas cámaras, grandes fotos

Robert Capa y Gerda Taro fueron de los primeros en tomarse en serio las primeras cámaras de 35mm, más portátiles y con más disparos por carrete que las versiones de medio formato. Renunciando a la calidad de reproducción por una mayor movilidad, puediron acompañar a los soldados en el frente, lo que les permitió captar las imágenes impactantes que les hicieron famosos.

Menos formación, más intuición

Gerda Taro no recibió una gran formación en fotografía, por lo que en lugar de hacer lo que se supone que había que hacer, optó por hacer lo que ella creía que era interesantes y diferente. Por ello, tanto ella como Capa improvisaron e inventaron sobre la marcha el fotoperiodismo moderno, donde el punto de vista y sensación de lugar fueron totalmente innovadores.

Fotografía militante

La obra de Capa, sobre todo la obra del periodo de entre guerras, no se entiende si no se explica la principal motivación de labor fotográfica: frenar el ascenso del fascismo.

Su trabajo, junto al de Taro en la Guerra Civil Española, goza de cierto romanticismo verdadero, pues de verdad pensaban que con sus fotografías podrían cambiar el mundo.

Biografía de Robert Capa

Primeros años

Ernest Andrei (André) Friedmann nació en Budapest el 22 de octubre de 1913, hijo de judíos no practicantes dueños de una elegante sastrería.

Nació con mucho pelo y un meñique de más, que le fue amputado poco después de nacer. Su madre interpretó estas ‘aberraciones’ como signos de que llegaría a ser famoso.
Cuando era pequeño, al parecer, era tan llamativo que la gente se paraba a admirarlo. Con su piel algo morena, abundante pelo oscuro, las cejas pobladas y unos enormes ojos negros, como de etnia gitana.

De niño tuvo el mote de Bandi, que utilizó hasta los veintitantos.

En su adolescencia participó activamente en protestas y manifestaciones contra el régimen fascista imperante en la Hungría de la época.

Un día, en primavera de 1931, tras la llegada al poder del dictador Horthy, Bandi, que entonces tenía 17 años, tuvo una larga conversación con un hombre encargado de reclutar miembros para el Partido Comunista.

Aunque no quiso afiliarse, la policía secreta le vio y le arrestó en el piso familiar en plena madrugada. Gracias a la intervención del jefe de policía, cuya esposa era buena clienta de sastrería de sus padres, fue puesto en libertad con la condición de que abandonase Hungría en cuestión de semanas.

Así, a los 17 años se convierte en exiliado político.

"Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no estás lo suficientemente cerca"

- Robert Capa

Exilio en Berlín

Bandi llegó a Berlín en julio de 1931 y se matriculó ese mismo otoño en Periodismo, pero tras dos meses de curso, su familia ya no pudo seguir costeándole la carrera por la gran depresión que azotaba en esos momentos Budapest.

Para poder seguir estudiando, Bandi, a punto de cumplir los 18, consiguió un trabajo como ayudante en el cuarto oscuro de una agencia de fotografía alemana llamada Dephot.

Pronto, consiguió que le dejaran una cámara para ir a cubrir pequeños sucesos locales.

Cuando Hitler se hizo con el poder en 1933, Bandi, judío y de izquierdas, decidió volver por un tiempo a Budapest, a casa de sus padres, donde siguió trabajando haciendo encargos fotográficos locales a sus veinte años.
Pero tardó poco en emigrar a París, donde esperaba ser un reportero gráfico.

"En una guerra, hay que detestar o amar a alguien; en todo caso, hay que tomar partido, porque, si no, no hay forma de soportar lo que ocurre".

- Robert Capa

Primeros años en París

Al llegar a la capital francesa, lo pasó francamente mal: hambre, pobreza, xenofobia… Incapaz de vivir de la fotografía, sobrevivió gracias a su astucia, trapicheando.

En 1943 consigue ser adoptado por el fotógrafo húngaro André Kertész, que le prestaba dinero, ayudaba a encontrar trabajo y le daba lecciones de fotografía.

André Kertész fue de los grandes pioneros en explorar las posibilidades artísticas y periodísticas de la Leica de 35mm, una cámara pequeña y discreta que hasta entonces se había considerado como un juguete.

(La cámara fue inventada justo antes de empezar la I Guerra Mundial, pero no salió al mercado hasta mediados de los años veinte).

Siguiendo los pasos del fotógrafo húngaro que tanto le ayudó, Kertész, empezó a utilizar la pequeña Leica en reportajes, lo que le permitía mezclarse entre la gente durante las manifestaciones sin ser visto y obtener tomas ocultas que hubieran sido imposibles para un fotógrafo cargado con una cámara del tamaño de la que se empleaba en aquel momento, la Graflex.

Poco después de llegar a París, Bandi empezó a llamarse a sí mismo André, la traducción francesa de Endre (su nombre original), e hizo amistad con dos fotógrafos de su edad: David Seymour (refugiado polaco que firmaba sus trabajos como ‘Chim’) y Cartier-Bresson, francés de familia rica, con quienes después fundaría la famosa agencia Magnum.

En 1934, con 21 años de edad, conoció a una refugiada alemana llamada Gerda Pohorylle, tres años mayor que él, quien al poco tiempo se convirtió en su amante y en su agente.

Ella le ayudó a profesionalizarse. Le convenció para que ambos cambiaran su aspecto, de bohemio a profesional, le pasaba a máquina los pies de foto (ella sabía mecanografía y dominaba varios idiomas…). Mientras, él le enseñaba todo lo que sabía de fotografía.

Primer viaje a España

En 1935, con sólo 22 años, viajó a España durante unas semanas por encargo de la agencia Dephot. Disfrutó especialmente en Sevilla, fotografiando para la agencia las procesiones de Semana Santa y a los sevillanos, pero intentó vender sin éxito sus propias ideas de reportaje a las revistas francesas y detectó que algo tenía que cambiar para poder hacerlo.

No hablaba francés, algo que suponía un impedimento para los editores, y ya había en París un hombre con su mismo apellido trabajando en el medio, un tal Georges Friedmann, lo que creaba confusión.

Nace el personaje Robert Capa

Por ello, en 1936, a Gerda y a él se les ocurre la idea de crear el personaje de Robert Capa, un elegante y exitoso fotógrafo norteamericano. Cuando Gerda visitaba los despachos, les decía que les hacía un favor ofreciéndoles primero las fotografías del huidizo Capa, cuando en realidad eran de André.

Impresionados, los editores compraban las fotografías y las publicaban.

Eligieron como nombre inventado «Robert» porque les gustaba el actor Robert Taylor. Y escogieron como apellido ficticio «Capa» por el director de cine Frank Capra. Se trataba de dar con un nombre fácil de recordar y de pronunciar tanto en español y en francés. Y lo consiguieron.

Gerda también cambió su apellido original (Pohorylle) por uno de más impacto: Taro (así se apellidaba un afamado pintor japonés que triunfaba en París en la época: Tarō Okamoto).

Foto: Gerda Taro
Milicianos en el frente de Córdoba. Septiembre 1936. Robert Capa
Madrid tras una ofensiva aérea nacionalista. Noviembre o diciembre 1936. Robert Capa

Estalla la guerra Civil en España

El 18 de julio estalló la Guerra Civil Española y en agosto André y Gerda no dudaron en viajar como fotógrafos a Barcelona, al frente de Aragón, Madrid, Toledo, y al frente de Córdoba.

Fueron los primeros en mostrar los efectos de la guerra en la población civil y en fotografiar el ‘durante’ en las guerras, y no sólo el antes y el después.

Inventaron un estilo de reportaje «improvisado», al vuelo.

Aunque las fotografías más famosas de Capa son las más impactantes, la mayor parte de su trabajo en España se centró en contar historias de interés humano que ilustraban reportajes y breves en la prensa popular extranjera -no en la prensa española- y en panfletos extranjeros.

Principalmente, se centró en los efectos de la guerra sobre la población civil, algo muy impactante en aquel momento dado que la Guerra Civil Española fue la primera gran guerra europea del siglo XX en la que las ciudades y los civiles eran objetivos militares.

El miliciano ¿muerto?

A principios de septiembre de 1936 Capa -con Taro– fotografió en en el frente de Córdoba, la supuesta muerte de un miliciano presuntamente llamado Federico Borrel García, que fue publicada en diversas revistas y dio la vuelta al mundo bajo el título de ‘El republicano español’.

Considerada la mejor fotografía de guerra de todos los tiempos por ser, supuestamente, la primera vez que se fotografiaba la muerte en directo, se publicó por primera vez en el número 445 de la revista VU, el 23 de septiembre del 36. Posteriormente en Life, el 12 de julio del 37.

La fotografía se imprimió una y otra vez y pasó a ser la imagen por excelencia del conflicto a nivel internacional, aunque nunca se publicó en España.

Dos años más tarde, la revista británica Picture Post publicó 26 fotografías tomadas durante la Guerra Civil y afirmó que Capa, de 25 años, era «el mejor fotógrafo de guerra del mundo».

La fotografía de ‘El Miliciano’ siempre ha estado rodeada de un intenso debate sobre las circunstancias de su creación: se ha llegado a afirmar que fue una imagen preparada y que el hombre fue alcanzado por la bala mientras posaba para otra fotografía que pretendía ser bien diferente.

Aunque, al haber más fotografías similares de otros milicianos, también cayendo, hay quien sugiere que Capa se atrincheró en un emplazamiento desde el que podía verlos caer según avanzaban.

Diversos estudios que incluyen el documental ‘La sombra del iceberg’ de los profesores Hugo Doménech y Raúl M. Riebenbauer y el libro Sombras de la fotografía de José María Susperregui, desmontan por completo la fotografía considerando que fue un posado en el que nadie muere, el hombre no se llamaba Federico Borrel ni la imagen se hizo en Cerro Muriano, sino en Espejo.

El negativo sigue en paradero desconocido.

Viaje a China

Tras pasar largos periodos en la España en guerra (1936 – 1939), decidió hacer un paréntesis en enero de 1938 para pasar unos siete meses en China, para un proyecto cinematográfico sobre la resistencia china a la invasión japonesa.

Una vez allí, también hizo fotografías para la prensa occidental.

Exiliados españoles en Francia. Marzo. 1939. Robert Capa

Regreso a España

Llegó en octubre del 38 a España para acompañar a las brigadas internacionales en las que serían las últimas batallas de la guerra.

Uno de los carretes que Capa tiró en aquel regreso, en la batalla del río Segre (noviembre de 1938) y que se creían perdidos, fue uno de los recuperados sólo hace unos años dentro de la famosa ‘Maleta mexicana’ que enviaron a México, país amigo de los republicanos españoles, en un barco de refugiados españoles para que no cayeran en manos del ejército nacionalista.

Tras ser encontrados, fueron devueltos a los herederos de Capa en 2007. Concretamente, a su hermano, ya octogenario.

Los negativos de dicho carrete aparecen el libro ‘Hojas de Contacto’ de la agencia Magnum en el que se muestran toda la serie de fotografías que Capa tomó en esta batalla, mostrando su estilo cercano, corriendo junto con los milicianos republicanos en el frente.

Al final de la Guerra Civil Española, Capa fotografió también el exilio de los derrotados hacia Francia, donde fueron confinados en campos de concentración a la intemperie, en las playas, en pleno invierno, mientras que los más pudientes y con contactos consiguieron pasajes para emigrar a México en el famoso barco en el que también viajó la Maleta Mexicana.

Salto a Nueva York

Hasta 1939 siguió viajando a España pero, tras declararse la II Guerra Mundial, se fue a Nueva York, donde vivía su hermano Cornell. Al otro lado del charco, empezó a trabajar en una serie de reportajes para la revista Life, en EEUU como fotógrafo independiente en México, país afín a sus ideas.

Ese mismo año, su colaborador, Tchiki Weiss, salvó tres cajas con 4.500 negativos de imágenes realizados durante la Guerra Civil por el propio Capa, Chim (David Seymour) y Gerda Taro. Es la conocida como Maleta Mexicana.

Esta maleta, que se encontraba oculta en la vivienda de un general en México -en la época de la Guerra Civil Española era el embajador de México en Francia, y ayudaba a huir a los republicanos-, es un testimonio gráfico excepcional de la vida en el frente o en las trincheras, de los estragos de los bombardeos sobre la población civil o del drama en los campos de refugiados.

Cornell Capa en Nueva York, en 1983. (FOTO: PETR TAUSK)

Regreso a Europa

En agosto de 1937, a los 24 años de edad, Capa cruzó el Atlántico por primera vez, de Europa a América, en el paquebote Lafayette desde el puerto francés de El Havre. Estuvo exiliado en Manhattan, con un permiso de residencia permanente, pero se sentía frustrado de tener que estar en América mientras Europa estaba en guerra.

En abril de 1941, con 28 años, se embarcó en un buque de guerra que partía de Nueva York con destino Liverpool, gracias a la acreditación militar que le consiguieron unos amigos que preparaban un libro sobre el Blitz -los bombardeos alemanes continuos que azotaron el Reino Unido de 1940 y 1941-.

En 1942, a los 29 años de edad, consiguió un nuevo pase para regresar a Inglaterra en un convoy de armamento. Y de Londres viajó a Túnez, donde en mayo de 1943, con 30 años, fotografió las operaciones militares del famoso general Patton, uno de los altos mandos estadounidenses más férreos contra los nazis. Cubrió la primera victoria de las fuerzas norteamericanas sobre el Tercer Reich y Life le envió a Sicilia, donde durante siete meses cubrió la guerra en Sicilia e Italia. Allí se hizo amigo de general Theodore Roosevelt, hijo del expresidente americano, y del general Ridgway, quienes le ayudaron a conseguir la nacionalidad norteamericana.

El desembarco de Normandia: ‘Ligeramente desenfocado’

Regresó a Londres en 1944, a los 31 años de edad, como un héroe y fue el elegido para cubrir, junto a miembros de la Compañía E, con quienes ya había coincidido en Túnez y en Sicilia, la mayor operación militar de la historia: ‘Overlord’ (significa jefe supremo), más conocida como la batalla del Día D: el desembarco de Normandía.

Capa fue el único corresponsal que el histórico 6 de junio de 1944 logró desembarcar en la playa de Omaha, una de las cinco playas del desembarco de Normandía (Sword Beach, Gold Beach, Utah Beach, Omaha Beach y Juno Beach).

Allí, en Omaha Beach, hizo sus famosas ‘Magnificent Eleven’ (once magníficas), los once negativos con las imágenes del mayor desembarco militar jamás acometido. Hizo muchas más, pero sólo fueron once las que se salvaron de los cuatro carretes de 36 instantáneas que Capa envió a Londres desde el puerto de Portamouth, debido a una fatal decisión de un joven aprendiz de revelado de la sección inglesa de la revista Life llamado Dennis Banks, que trabajaba en el laboratorio fotográfico de ‘Life’ bajo presión, cerró por un descuido la puerta del cuarto de secado de las fotos y el radiador eléctrico que había en el techo provocó que se fundieran las películas.

«Mis mejores fotos han quedado destruidas», le escribió Capa a su madre al conocer la fatal noticia. «Lo poco que ha podido aprovecharse no es nada comparado con el material inservible».

El director de fotografía de la delegación inglesa de ‘Life’, John Morris, asumió toda la responsabilidad, con lágrimas en los ojos. Como compensación por haber destruido sus mejores fotos, ‘Life’ contrató definitivamente a Capa con una prima anual de 9.000 dólares (unos 90.000 dólares de hoy).

La primera foto que John Morris logró salvar fue la de los erizos checos (cruces de acero que eran obstáculos de defensa antitanque que los alemanes dejaron en toda la costa para evitar que los aliados entraran desde el mar por las playas). Era la foto número 35 de la Contax de Capa, que realizó a las 06.30 horas, tras un barrido. En la foto se ve cómo los pilotos que han dejado a los soldados y al propio Capa dan media vuelta tras dejarles en la orilla frente al fuego nazi. Capa, ya en la arena, se agachó ante el erizo checo y fotografió a los soldados del 16º regimiento de infantería de la 1ª división: la famosa ‘Big Red One’.

Life publicó aquellas 11 fotos que se pudieron salvar treces días después: el 19 de junio de 1944. De aquellos once negativos originales hoy sólo se conservan ocho. Se encuentran en el International Center of Photography (ICP) de Nueva York.

La foto más famosa de las once, la única que mostraba a un soldado en primer plano, desapareció. Aquella foto, una de las más famosas de la historia, se tituló ‘The face in the surf’ (el rostro entre las olas) y toda la vida se pensó que era la cara del soldado Edward Reagan, pero gracias a la exposición ‘Robert Capa at work’ de 2007 en el ICP se supo que en realidad se trataba del Private First Class Huston ‘Hu’ S Riley, que sobrevivió al Día D, y en 2007 preguntado por Capa dijo que era «un fotógrafo majareta» por haberse metido en semejante infierno.

‘Ligeramente desenfocado’

En sus memorias, hablando de la diferencia entre un soldado y un periodista, Capa escribió:

«Respondería que el corresponsal de guerra está más consentido en alcohol, en chicas, en salario y disfruta de mayor libertad, pero que en el momento crítico, ser libre de elegir tu destino, es decir tener la posibilidad de ser un cobarde sin ser ejecutado, es una tortura. El corresponsal de guerra tiene la suerte -y la vida- en sus manos, puede apostar a este caballo o al otro, o meterse su apuesta en el bolsillo en el último minuto. Yo soy un jugador. Decidí salir con la compañía E en la primera oleada»

Dos días después del Día D, el 8 de junio, Capa regresó a la misma playa de Omaha. Se celebraba una misa por los más de mil muertos que se cobró dicha playa. Junto a Capa, un camarógrafo del ejército francés filmó aquella ceremonia religiosa. Hoy, en dicha zona, hay un cementerio americano -Francia les cedió el espacio- donde reposan los cadáveres de los 9.386 soldados que murieron en aquellas cinco playas: el cementerio de Colleville – sur Mer.

Ingrid Bergman y Robert Capa

Regreso a Alemania

En marzo de 1945 se lanzó con paracaídas con el ejército estadounidense. Les acompañó hasta Leipzig, Núremberg y, por último, a una Berlín destruida que en nada se parecía a la que él había conocido.

Tras cubrir la liberación de Alemania y conocer a la actriz Ingrid Bergman, con quien mantuvo un noviazgo de dos años, uno de ellos en Hollywood, se nacionalizó estadounidense.

Nace Magnum

En 1947 funda la agencia Magnum con Cartier-Bresson, David Seymour ‘Chim’, George Rodger y William Vandivert. Una agencia que funciona como una cooperativa.

Desde 1948-54 vivió en París, escribiendo artículos y publicando sus fotografías en la revista Holiday.

La voz de Robert Capa

En ese año 1947 concedió una entrevista gracias a la cual podemos escuchar su voz.

Esta entrevista, emitida el 20 de octubre de 1947 en el program ‘Hi Jinx‘, con motivo de la presentación de su libro ‘Ligeramente desenfocado’, se perdió durante más de medio siglo, pero hace unos años el International Center of Photography la recuperó y publicó.

Indochina

En 1954 recibió un encargo de la revista Life para cubrir la Primera Guerra de Indochina. Se trataba de un encargo de sustitución que aceptó sin ganas pero que tenía que fotografiar porque necesitaba el dinero para cubrir unos costes médicos que tenía que sufragar en esos momentos.

En una expedición con el ejército francés, el 25 de mayo de 1954, pisó una mina anti persona y falleció. Tenía 41 años.

Se había unido a un convoy francés que tenía la misión de destruir dos fuertes en el delta del río Rojo. En un momento en el que el convoy se tuvo que detener en el camino, Capa siguió andando, y sólo se paró para fotografiar a un pelotón francés que avanzaba entre la hierba.

Éstas fueron sus últimas imágenes:

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