Ansel Adams (1902-1984) es posiblemente el fotógrafo de naturaleza más apasionado y reconocido de todo el mundo. Siempre en la búsqueda de la belleza y el orden en la naturaleza, otorgaba personalidad a un mundo inanimado.
Fue uno de los primeros fotógrafos en ver que la fotografía constaba de un proceso con dos situaciones totalmente independientes: in situ, con la toma, y en el laboratorio, durante el positivado del negativo (en su caso, grandes y pesadas placas de cristal). Trabajaba con los tiempos, para imprimir en sus fotos una atmósfera concreta. Le daba carácter a sus fotos, en las que el elemento protagonista era siempre la naturaleza.
Con Adams nace una forma de pensar y trabajar la fotografía que se ha mantenido hasta nuestros días, incluso en fotografía digital.
Dedicó toda su vida a fotografiar la naturaleza de Estados Unidos y con su obra consiguió la declaración de varios parques naturales como reservas nacionales. Se le considera uno de los primeros ecologistas de la historia.
La obra de Ansel Adams es una de las más influyentes de la historia de la fotografía, siendo probablemente el fotógrafo más estudiado, no sólo por su trabajo personal, sino también por sus ensayos teóricos y metodologías de toma, revelado y positivado.
Sus fotografías derrochan maestría técnica, donde luz, texturas y líneas parecen rozar la perfección. Denotan una gran exploración espacial y búsqueda por el punto de vista adecuado, así como la espera por la luz más imponente.
Asimismo, las fotografías de Adams logran trasladar al espectador a sus espacios, por una gestión magistral de la perspectiva y el uso de las líneas.
Es considerado por muchos historiadores como uno de los primeros ecologistas de la historia, que utilizó sus fotografías para concienciar a las urbes desconectadas de lo natural de la importancia de preservar los parques nacionales.
Ansel Adams nació el 20 de Febrero de 1902 en San Francisco, a unos 270 kilómetros del paisaje protagonista de sus fotos.
Hijo único, creció en el seno de una familia antes próspera cuya situación económica fue empeorando con el tiempo, pero que se desvivió porque Ansel triunfara en un arte en el que destacó desde tierna edad: el piano, que tocaba como los ángeles.
El piano fue su refugio infantil y adolescente, hasta bien entrada la juventud.
No era bueno en el colegio, era tímido y sufría dislexia. Y por si esto fuera poco, se pasó la infancia de resfriado en resfriado y con problemas de salud, por lo que todas las horas que pasaba en casa las disfrutaba a las teclas de su piano.
Era su mayor entretenimiento hasta que a los 14 años, estando enfermo en casa, su tía le regaló un libro…
Era un libro precioso sobre Sierra Nevada (Yosemite).
«Tengo que conocerlo».
Tanto insistió, que su padre le llevó aquellas vacaciones al Parque Nacional de Yosemite, a 270 kilómetros de San Francisco, en el oeste de Estados Unidos.
Poco después de llegar al valle de Yosemite, su padre le regaló una cámara Kodak Nº1 Brownie Box, con funda de piel y asa para colgar. Empezó a fotografiar sin descanso cumbres, cascadas, riachuelos…
Quería captar la belleza de aquel nuevo cielo y nueva tierra que se alzaban ante él.
Y el verano siguiente volvió. Y el siguiente…
Allí atravesó física y psicológicamente su niñez.
Dejaba a atrás las tensiones familiares y daba la bienvenida a un paraje mágico, que le atraparía durante los siguientes 70 años.
En San Francisco durante todo el año tenía una ciudad nublada y una familia gris. Y dedicada seis horas al día a tocar el piano.
En Yosemite, adonde iba cada verano, se le abría un mundo maravilloso y sin problemas.
Con 16 años fue sólo a Yosemite por primera vez: era una cura mental para él.
En 1918, a los 16 años, trabajó a media jornada en una pequeña tienda de fotografía cerca de su casa.
Con aquel dinero, hizo su primer viaje en solitario a Yosemite.
Empezó a separarse de su familia y a ligar su bienestar físico y mental (en el futuro sufriría depresión) al parque de Yosemite.
En 1919, con 17 años, entró a formar parte del Club Sierra, organización ambientalista a la que perteneció durante el resto de su vida.
Madrugaba para subir a fotografiar amaneceres. Aquello le daba la vida.
En 1920, con 18 años, ya tenía una cámara de gran formato Graflex, y comenzó a hacer álbumes con sus fotos más espectaculares de Yosemite.
A los 19 años empezó a experimentar con el revelado. Como quería más y más, empezó a revelar sus negativos y experimentar con diferentes enfoques.
Ya tenía 19 años y seguía tocando el piano. Quería ganarse la vida con ello: como pianista de conciertos. La fotografía era sólo una afición.
Entonces conoció a una chica de 17 años que cantaba música clásica: Virginia, la que siete años después sería su mujer.
Era la hija de un pintor de Yosemite al que acostumbraba visitar. Fue un noviazgo de idas y venidas.
Años 20: «¿Me caso? ¿Continúo como pianista profesional?
Además del debate interno de si seguir o no adelante con su noviazgo (su familia le presionaba para que se casara), tenía el debate de si seguir o no con el piano.
Durante los primeros años 20 quería dedicarse a ello, de hecho su familia, que no tenía una gran economía, le regaló un piano de 6.500 dólares para que siguiera por ese camino:
«Sigue tocando el piano y cásate».
Pero él deseaba ser fotógrafo… Una mañana de verano de 1923, con 21 años, tuvo una experiencia metafísica:
«Estaba escalando la larga ladera occidental del monte Clark. Era una de esas mañanas en las que un agradable viento bruñe la luz del sol y largos bancos de nubes se mueven en el majestuoso cielo. La luz plateada tornada cada brizna de hierba y cada partícula de arena en un luminoso esplendor metálico. No había nada, por diminuto que fuera, que no chocara con el suave viento, que no lanzara flechas de luz a través del vidrioso aire.
De repente, me sobrecogió en el largo y pedregoso camino que ascendía a la cumbre, la sensación de absoluta consciencia de la luz. Cuando me detuve, me invadió todo el impacto de aquella sensación.
Vi más nítido, de lo que jamás había visto o veré, los más mínimos detalles de la hierba, los pequeños restos del bosque, el movimiento de las nubes en lo alto, distribuyéndose sobre los picos.
Desee que por un momento el tiempo se parara y la visión se convirtiera en la sombra de un mundo infinitamente más grande.
Y en el abrazo de la consciencia, tuve una experiencia metafísica».
En 1927, con 25 años, empezó a relacionarse en el ambiente cultural de San Francisco y consiguió publicar su primera colección de fotografías: Parmelian Prints of the High Sierras, un prototipo de los libros que vendrían después.
En este libro, utilizó el filtro rojo para oscurecer el cielo en algunas de sus fotografías y comenzó a separar la ‘previsualización’ de sus imágenes, con la imagen terminada en el estudio.
Uno de los puntos más importantes de su legado: “El negativo es la partitura, la copia es la ejecución”.
Con 26 años decidió. No quería ganarse la vida con el piano, sino con la fotografía.
Y también decidió casarse: lo hizo el 2 de enero de 1928, a los 26 años, con Virginia, con la que llevaba yendo y viniendo desde los 19.
26 años. Tocaba empezar a ganarse la vida con la foto como había decidido en su año de bodas. Así, empezó a viajar gratis con el Club, a cambio de sus fotografías.
En sólo dos años, su reto estaría más que superado.
En 1930, con 28 años, se convirtió en el fotógrafo más reconocido de EEUU.
En 1930, durante un viaje a Santa Fe y Nuevo Mexico, tomó las fotografías que darían cuerpo a Taos Pueblo, viaje en el que conoció a Paul Strand, que al mostrarle sus negativos se reafirmó en dedicar su vida a la fotografía.
Ese mismo año, él y su mujer se mudaron a San Francisco y se establecen cerca de los padres de Ansel.
En su casa tenían un estudio fotográfico.
Gracias a que su mujer siguió trabajando en la tienda que regentaban los padres de Ansel, él pudo seguir con su trabajo artístico.
Él estaba absorto en su trabajo y la búsqueda de la perfección y desatendió el matrimonio. Pero ella le apoyó.
Por aquel entonces, Ansel pasa de lo pictórico a lo ‘nítido’ y ‘realista’, con más profundidad de campo y con mayor sensación de lugar.
En enero de 1933 viajó en Nueva York por primera vez en su vida para conocer al gran fotógrafo Alfred Stieglitz y mostrarle sus fotografías en su galería de la Avenida Madison.
«Son unas de las fotografías más puras que había visto», le dijo tras verlas varias veces.
Para Adams, fue el reconocimiento que llevaba años esperando. Le confirmaba como poeta de la naturaleza.
En 1933 abre su primera galería, en San Francisco, empieza a publicar ensayos, y publica su primer libro tutorial ‘Making a photograph’.
En los veranos trabaja como fotógrafo del club de Montaña.
Empieza a ser consciente de que sus fotos pueden servir para promover la belleza del parque.
1936, su año más convulso
Alfred Stieglitz le ofreció exponer en la Catedral de la Fotografía. Sería el primero en hacerlo en los últimos cuatro años.
Así que se dedicó en cuerpo y alma a este proyecto.
Tenía 34 años, estaba casado con dos hijos, contrató a una asistente para que le ayudase con la exposición.
Tras fotografiar todos los días de aquel verano, en otoño se dedicó a revelarlas.
Eran las mejores fotos que nunca había hecho.
Se enamoró profundamente de su asistente, que dicen que fue el gran amor de su vida. Entonces fue cuando hizo sus mejores fotos… Pero seguía casado… y la conciencia y el exceso de trabajo le pasó factura.
Tras el éxito de esa exposición, se retiró. Había trabajado más allá de sus posibilidades y no podía con la vida que estaba llevando. El retiro fue motivado por razones psicológicas. Se sentía atrapado en una maraña de expectativas y responsabilidades y retirarse era la manera de escapar.
Sufrió un ataque nervioso y acabó en el hospital.
Durante año y medio sintió un enorme vacío interior. Lucho contra la depresión. Se dio cuenta de que no podía darle la vuelta a las cosas y la decisión correcta fue no escapar.
Decidió seguir casado con su mujer (estaba muy orgulloso de ella) y seguir en su casa de Yosemite, a la que volvía tras su trabajo fotografiando las montañas.
Su mujer era su ancla. Siempre volvía a ella tras jornadas exhausto en las montañas.
En 1937 un importante empresario le pidió colaborar en un proyecto especial, homenaje a su hijo que falleció escalando la montaña: ‘Sierra Nevada: The John Muir Trail’, del que existen 500 copias numeradas y firmadas.
Le llevó muchos años pues era difícil elegir la copia perfecta.
Aquellas fotos impresionaron al presidente Roosevelt y lograron que convirtiera Kings Canyon en Parque Nacional. Aquel libro fue fundamental para el reconocimiento de la zona como zona protegida.
«Siempre que ese libro exista, seguirá siendo justificante de la existencia del parque» escribió el director de parques nacionales de Estados Unidos del bosque.
Muy criticado en los años 30 por no denunciar la gran depresión como hacía el resto de fotógrafos
Durante 15 años más, siguió trabajando a su más alto nivel como fotógrafo y artista, mientras llegaba la Gran Depresión y la Guerra Mundial, que sirvió en sí misma para acelerar la transfiormación crucial que sufrió su fotografía, que se alejó de la intimidad lírica de sus primeros trabajos, hacia temas más grandiosos y dramáticos.
A los 40 años, muy mayor para realizar la mili, empezó a trabajar en una serie de murales para el Ministerio de Interior.
No quiso hacer foto documental. Pensaba que era propaganda. Fue muy criticado por no denunciar los años de hambre e injusticia social en EE.UU. Y fue muy criticado por ello. Por dedicarse a «fotografiar rocas» cuando el país vivía su gran depresión.Pero, muy al contrario, era un adelantado. Un ecologista que defendía el Medio Ambiente antes de que nadie lo hiciera.
Abre las fotos al cielo. Cambió su línea del horizonte, dando una increíble sensación de espacio. Incluso se construyó una plataforma en su coche para conseguir perspectivas más altas y destacar los cielos.
Un día, conduciendo hacia el norte de México, tomó una de las fotos más cautivadoras de su carrera: ‘salida de la Luna’.
Él le llamaba «la suerte a favor de una mente preparada». La hizo en un solo disparo.
Luego realizó un arduo trabajo en el laboratorio. Ponía el negativo en la ampliadora y cada ampliación era una nueva foto, siempre siendo fiel a lo que sentía con respecto a aquella imagen.
A menudo dedicaba un día entero para elegir la foto adecuada.
La mitad de sus fotos era postproducción
La mitad de su proceso creativo se realizaba en el cuarto oscuro.
A mediados de los 50, su interés creativo empezó a bajar. Creyó que ya lo había hecho todo. Siguió haciendo fotos, pero su motor había parado a sus 61 años.
En 1968 tomó otra de sus mejores fotografías si bien en aquellos últimos años no hizo ninguna verdaderamente destacable en esa época.
Estas dos fotos, dos de las últimas que hizo, son dos de sus mejores 12 fotografías. Las hizo sin pensarlo. O sea que pese a sus 61 años podía seguir siendo el mejor. Dejó de hacerlo porque siempre le preocupó mantenerse a flote y el dinero.
Entonces se decidió a montar una empresa con un ingeniero forestal llamado Bill Turnet a quien conoció en 1970, cuando daba clase en Yale, que convirtió el archivo de Adams en un negocio multimillonario y a Adams en un icono y en el primer fotógrafo de bellas artes del mundo comercializado en masa. Eso no era ser un verdadero artista.
A los 60 años dejó de ser fotógrafo para ser algo más
Asumió que su mejor trabajo como fotógrafo había quedado atrás y que estaba convirtiéndose en un miembro de extraordinario valor para la sociedad como educador, conservador y portavoz de numerosas causas.
Fue una artista que trabajó sin respiro durante más de 20 años.
Su tercera edad fue muy productiva. Hizo las copias que años atrás no pudo por falta de tiempo, editó libros, se desvivió por el Medio Ambiente… Era un profesor muy activo. Viajaba por todo Estados Unidos. Incluso a los 80 años seguía trabajando 12 y 14 horas diarias siete días a la semana.
En estos últimos años le llovieron todos los honores…
En otoño de 1979, el MoMA acogió una exposición retrospectiva y ese mismo año, en septiembre, fue portada de la revista Time (tenemos un ejemplar de la revista en Jardín Remoto, regalo de nuestra querida alumna Elena Llanes).
En 1980 en una gala en la Casa Blanca obtuvo la medalla presidencial a la libertad, el honor más importante a un civil.
El 22 de abril de 1984 murió, a los 82 años de edad.
Seis meses después de su muerte le pusieron su nombre a un parque en Sierra Nevada (Yosemite): Parque Ansel Adams.
Y un año más tarde, también a un remoto pico: Monte Ansel Adams.
No vivió para verlo, pero hubiera sido el mejor regalo, por ser su lugar favorito del mundo.
Realizó cerca de 3.500 fotografías en color, aunque no era del gusto del autor por su escasa maleabilidad frente al negativo monocromo. Muchos de sus trabajos en color fueron publicados en medios como Life y Horizon, y estuvieron expuestos en el MoMa. Una pequeña fracción de sus mejores trabajos fueron publicados por primera vez en la edición de 1993 de ‘Ansel Adams, In Color‘. En esta nueva edición revisada y ampliada se han añadido 20 fotografías inéditas.
El libro ‘Ansel Adams at 100‘ es un volumen editado por John Szarkowski publicado en honor al centenario del fallecido fotógrafo de paisajes acompaña una importante exhibición internacional de su trabajo.
Muestra 114 de sus imágenes fotográficas más distintivas, complementadas con ensayos críticos sobre las contribuciones de Adams como artista moderno.
Las imágenes de Jardín Remoto tienen una
finalidad informativa y divulgativa.
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